![]() El pasado 15 de mayo, decenas de miles de personas se echaron a la calle para exigir democracia real ¡ya…! ¡Santo y bueno! Pero todo movimiento, todo estallido, toda indignación deben conducir a algo, deben ofrecer propuestas, y no limitarse a gritar consignas en contra del poder. Hay que sustituir el sistema de poder; no hay que conformarse con denigrarlo de palabra. ![]() Libertad, igualdad, fraternidad "Cuando todas las clases de un pueblo conocen que no son tan felices como pudieran serlo en su estado; que están privadas de muchos bienes, no por su situación civil sino por el capricho del gobierno; que estos bienes los tienen a la mano, y que para gozarlos solo es menester destruir algunos obstáculos, la idea de la posibilidad enciende la esperanza, y solo se necesita una ocasión en que, al conocer cada individuo la uniformidad de opinión en todos los otros, rompa el volcán del común deseo, con una fuerza y poder irresistibles. Pero cuando los pueblos son infelices sin conocerlo, cuando el mayor número está creído en que nació para obedecer ciegamente, para trabajar sin gozar de nada, para vivir como por la compasión de otros; en una palabra, cuando un pueblo apenas se atreve a pensar en que es esclavo y miserable, ponerlo en una conmoción política, es como causar a un hombre extenuado una calentura ardiente; o buscando por otro aspecto la semejanza, es hacer correr a un ciego por entre precipicios". El texto anterior lo escribía -sin poner ni quitar una sola coma- José Blanco White, pensador, político, escritor y editor hispano-irlandés del siglo XIX. Es un pensamiento de gran clarividencia. En nuestra actual situación, sólo habría que cambiar (retocar) algunas frases, actualizar unos pocos conceptos, y tendríamos una visión clara y transparente de nuestra actualidad socio-política. ![]() Cuando todas las clases de un pueblo conocen que no son tan felices y prósperos como pudieran serlo; que están privadas de muchos bienes, derechos y libertades por el capricho de los que gobiernan y controlan el poder; que estos bienes, derechos y libertades los tienen al alcance de la mano, y que para gozarlos solo es preciso eliminar entre todos algunos obstáculos, la idea de la posibilidad enciende la esperanza, y solo tiene que darse una ocasión en que, siendo consciente cada individuo de que todos los demás comparten su opinión, estalle la voluntad común con una fuerza y un poder irresistibles. Pero si los pueblos son infelices sin saberlo; si la mayoría se conforma con seguir ciegamente la inercia que le impone la sociedad, se limita a trabajar sin gozar de nada, acepta la limitación de sus bienes, derechos y libertades; en una palabra, cuando un pueblo apenas se atreve a pensar en que está dominado, manipulado y que vive convertido en una marioneta del poder, intentar que participe en una conmoción política es como pedir a un hombre extenuado que corra una maratón; o, por poner otra comparación, es hacer correr a un hombre con los ojos vendados por entre precipicios. Y nuestro problema es que hay un porcentaje muy considerable de la población que vive sin saber que es infeliz; que se conforma con las propinas de bienestar que le permiten tener una sensación de “ser privilegiado”; que sigue la inercia que le marca la televisión y la publicidad; que acepta lo que le dan y está agradecido por tener un trabajo, un coche y una hipoteca; que renuncia a exigir la integridad de sus bienes, derechos y libertades; que no piensa. En tales condiciones, lo que se gritaba en la manifestación del día 15 era como el derecho al pataleo. Tienen toda la razón en lo que dicen. Pero, ¿dónde está la alternativa? La alternativa sólo puede surgir de una indignación generalizada, multitudinaria. Si no es así, lo único que haremos el día 22 de mayo y dentro de unos meses, cuando haya elecciones generales, será abrir paso a la derecha cavernícola para que se instale en el poder durante no se sabe cuántos años.
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