Érase que se era un país que había transitado –dicen que de forma modélica– de una dictadura de 36 años a una supuesta democracia moderna pero en la que el viejo dictador asesino instauró una anacrónica monarquía borbónica y en la que su flamante Constitución laica vivía amancebada y en bochornoso contubernio con un Concordato con la iglesia católica que despedía un insoportable tufillo a cera e incienso.
No conocía Skid Row. Perdonad mi puta ignorancia culpable. Así son las cosas. Uno cree saberlo casi todo y resulta que desconoce muchas, demasiadas cosas importantes. Hoy me he enterado de la existencia de esta inmensa área urbana, en la que la miseria más vergonzante crece en sus acercas como una herida purulenta. Uno tiende a pensar que las mayores concentraciones de sintecho tienen que estar, por lógica, en ciudades de India, Paquistán o Haití, y a poca gente se le ocurre imaginar que una de las mayores concentraciones de pobres de puedan darse –como de hecho ocurre– en el corazón de Los Ángeles, en la rica California, en el país de Dios, como los estadounidenses más carcas y reaccionarios llaman, con sarcástica unción religiosa a Estados Unidos (God’s country).
Imaginemos –todos somos capaces de usar nuestra imaginación– que los desfavorecidos de la Tierra, hartos de soportar la injusticia de su situación, en vez de intentar subvertir por la fuerza el orden establecido, se dirigieran a los responsables del reparto de bienes y riquezas y les dijeran: “Ha llegado la hora de cambiar esta situación. El mundo tiene unas riquezas que, si estuvieran bien distribuidas, permitirían a todos vivir con dignidad. Exigimos que se cambien las reglas del juego. No queremos violencia; no deseamos actuar con violencia ni ensañamiento a pesar de la situación de terrible injusticia que llevamos siglos soportando. Queremos cambiar las reglas de juego de forma civilizada.”Haz clic aquí para editar.
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April 2022
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