Anteayer leía en El País la columna de mi admirada Maruja Torres. Y su remembranza de otros tiempos –por pasados no mejores, ni mucho menos– me ha hecho meditar.
Es sobrecogedor observar con qué facilidad olvidamos nuestro pasado. Es todavía más inquietante la facilidad con que mistificamos y edulcoramos ese mismo pasado; a mí al menos, eso me causa más desazón y temor. ![]() Hoy mi color es el negro. Me ha adoptado; no, me ha atrapado, atenazado… Negro intenso, denso, irrespirable, atroz. Negro como ala de cuervo, como sotana de cura, como mirada de usurero, como hoja de puñal hundida en el estómago. Hoy duele el alma, y duele el recuerdo traído a la memoria por los hechos consumados e inamovibles (recuerdo que tiene ojos, bocas, rostros, tripas, sobre todo tripas), recuerdo no buscado, no querido, recuerdo odioso de otros días grises, plomizos, amenazantes, inacabables, eternos que tuvieron lugar en otro lugar, en otro mundo que creíamos, pensábamos que ya había desaparecido para siempre… Imaginábamos que ya no era, que ya no estaba esa España, que se había ido, disipado, esfumado, desvanecido, muerto o casi… Pero es, está. Y sólo una luz asoma tímida por un horizonte todavía incierto, una luz con todos los colores aún no existentes pero imaginados, deseados, posibles… Esa luz tiene entre veinte y treinta y cinco años. Podrían ser unos menos, podrían ser algunos más. Son años que no comparten carta de naturaleza con el DNI. Son años profundamente inmateriales, ilusionados, decentes, sinceros, indignados, afanosos … Son años que no quieren perder un futuro que parece acabarse inexorablemente. Esa luz tiene miles de nombres, de ellos y de ellas… Están ahí, tendiendo sus manos impolutas a esa gente ciega, coja, manca, enferma, triste, vacía que habita la ciudad aunque no viva, aunque esté ya medio muerta. Esa luz agita y muestra sus manos que no se han manchado con la mediocridad, la ambición y el dinero. Esa luz, hecha de miles de voces que gritan, de miles de corazones que se abren, de manos que se alzan, es la única que puede aliviar el color negro que nos ahoga y trastocarlo, embellecerlo, iluminarlo, darle sentido. Esa luz tiene un nombre: Puerta del Sol. Hoy quiero comentar muy brevemente, en un a modo de retablo de la indignidad, las actitudes o declaraciones de algunas personas o situaciones que causan náusea (al menos a mí me la causan, y en los tiempos que corremos, es difícil porque han puesto muy alto el listón de la podredumbre). Iré de fuera adentro, por seguir un orden.
![]() El pasado 15 de mayo, decenas de miles de personas se echaron a la calle para exigir democracia real ¡ya…! ¡Santo y bueno! Pero todo movimiento, todo estallido, toda indignación deben conducir a algo, deben ofrecer propuestas, y no limitarse a gritar consignas en contra del poder. Hay que sustituir el sistema de poder; no hay que conformarse con denigrarlo de palabra. ![]() Libertad, igualdad, fraternidad "Cuando todas las clases de un pueblo conocen que no son tan felices como pudieran serlo en su estado; que están privadas de muchos bienes, no por su situación civil sino por el capricho del gobierno; que estos bienes los tienen a la mano, y que para gozarlos solo es menester destruir algunos obstáculos, la idea de la posibilidad enciende la esperanza, y solo se necesita una ocasión en que, al conocer cada individuo la uniformidad de opinión en todos los otros, rompa el volcán del común deseo, con una fuerza y poder irresistibles. Pero cuando los pueblos son infelices sin conocerlo, cuando el mayor número está creído en que nació para obedecer ciegamente, para trabajar sin gozar de nada, para vivir como por la compasión de otros; en una palabra, cuando un pueblo apenas se atreve a pensar en que es esclavo y miserable, ponerlo en una conmoción política, es como causar a un hombre extenuado una calentura ardiente; o buscando por otro aspecto la semejanza, es hacer correr a un ciego por entre precipicios". El texto anterior lo escribía -sin poner ni quitar una sola coma- José Blanco White, pensador, político, escritor y editor hispano-irlandés del siglo XIX. Es un pensamiento de gran clarividencia. En nuestra actual situación, sólo habría que cambiar (retocar) algunas frases, actualizar unos pocos conceptos, y tendríamos una visión clara y transparente de nuestra actualidad socio-política. ![]() Cuando todas las clases de un pueblo conocen que no son tan felices y prósperos como pudieran serlo; que están privadas de muchos bienes, derechos y libertades por el capricho de los que gobiernan y controlan el poder; que estos bienes, derechos y libertades los tienen al alcance de la mano, y que para gozarlos solo es preciso eliminar entre todos algunos obstáculos, la idea de la posibilidad enciende la esperanza, y solo tiene que darse una ocasión en que, siendo consciente cada individuo de que todos los demás comparten su opinión, estalle la voluntad común con una fuerza y un poder irresistibles. Pero si los pueblos son infelices sin saberlo; si la mayoría se conforma con seguir ciegamente la inercia que le impone la sociedad, se limita a trabajar sin gozar de nada, acepta la limitación de sus bienes, derechos y libertades; en una palabra, cuando un pueblo apenas se atreve a pensar en que está dominado, manipulado y que vive convertido en una marioneta del poder, intentar que participe en una conmoción política es como pedir a un hombre extenuado que corra una maratón; o, por poner otra comparación, es hacer correr a un hombre con los ojos vendados por entre precipicios. Y nuestro problema es que hay un porcentaje muy considerable de la población que vive sin saber que es infeliz; que se conforma con las propinas de bienestar que le permiten tener una sensación de “ser privilegiado”; que sigue la inercia que le marca la televisión y la publicidad; que acepta lo que le dan y está agradecido por tener un trabajo, un coche y una hipoteca; que renuncia a exigir la integridad de sus bienes, derechos y libertades; que no piensa. En tales condiciones, lo que se gritaba en la manifestación del día 15 era como el derecho al pataleo. Tienen toda la razón en lo que dicen. Pero, ¿dónde está la alternativa? La alternativa sólo puede surgir de una indignación generalizada, multitudinaria. Si no es así, lo único que haremos el día 22 de mayo y dentro de unos meses, cuando haya elecciones generales, será abrir paso a la derecha cavernícola para que se instale en el poder durante no se sabe cuántos años.
El viernes pasado fui a ver Inside Job, magnífica película-documental en la que se denuncia la impunidad con que los tiburones de las finanzas de Estados Unidos se quedaron con cientos de millones de dólares obtenidos de forma fraudulenta e ilícita y provocaron la mayor crisis financiera internacional de la que se tiene recuerdo. Además, no sólo la justicia estadounidense se ha quedado de brazos cruzados, sino que algunos de ellos (por ejemplo, los de la foto de más adelante) siguen ocupando cargos de la máxima importancia en organismos financieros e incluso en instituciones del Estado norteamericano, de la mano de Barack Obama.
Hace ocho días exactamente, comíamos con unos amigos en Lorca, de camino a Águilas. Yo no creo en esas zarandajas del destino; creo en las coincidencias y las casualidades. Si el terremoto se hubiera adelantado unos días, o si hubiéramos tenido nuestra cita de Águilas unos días más tarde, nos habría pillado el sismo comiendo unas deliciosas verduritas a la plancha de la huerta murciana. Todo es cuestión de buena o mala suerte en un momento determinado.
Hoy, domingo 8 de mayo, he ido al centro de Majadahonda a dar una vuelta aprovechando el día soleado y la temperatura suave. De camino al pueblo, me han ido saludando, poste tras poste, las sonrisas bobaliconas de los distintos candidatos a las elecciones.
El título de embajador honorífico se le concede a determinadas personas o entidades que, por sus conocimientos, sus logros, su calidad humana, su valía, su honradez, su abnegación (añádanse cuantas virtudes se consideren válidas), pueden representar a un país y, sobre todo, promover en todo el mundo sus intereses –económicos, culturales, turísticos– de forma ventajosa.
Bin Laden ha muerto. Un comando del ejército estadounidense ha asaltado su residencia en Paquistán, por cierto, una residencia relativamente lujosa que nada tenía que ver con la sencillez espartana de las tiendas de campaña en las que solía aparecer cuando hacía sus grabaciones para enviar a los medios. ¡Marketing! ¡Imagen!
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