EL BLOG DE MIGUEL VALIENTE
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Enfoques y opiniones

de un homo civicus

Reflexiones sobre el uso, abuso y maltrato de la lengua

31/7/2011

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Leía esta mañana con auténtico deleite un artículo, publicado en el último suplemento Babelia, de mi paisano José Manuel Blecua, director de la Academia de la Lengua, sobre el diccionario de Covarrubias. Tanto es así que me he apresurado a poner un comentario en Facebook, con un enlace a este artículo en El País.
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Covarrubias

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¡Vaya fin de semana!

25/7/2011

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Más me valdría no haberme levantado de la cama el sábado y no haber tenido que enfrentarme a la hora del desayuno con la carnicería cometida en Oslo, la capital de ese país nórdico que se había acomodado en una especie de estado de somnolencia provocado por el orden, la tranquilidad, el buen nivel de vida y el bienestar social.


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El infame triángulo del poder

20/7/2011

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Ayer cedí a mi (en este caso, enfermiza) curiosidad y me quedé un buen rato viendo en directo la deposición que Rupert Murdoch y su hijo James hacían ante la comisión de medios de comunicación del Parlamento británico. (Hago un inciso para reconocer cuán útiles son algunas palabras polisémicas, pues en el caso que nos ocupa, con el término deposición, tanto podríamos estar refiriéndonos a la declaración pública propiamente dicha, hecha por ambos indeseables personajes, como a que dicha declaración se asemejó mucho a una evacuación de vientre realizada ante las cámaras de todo el mundo.)

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¡De nuevo en la brecha!

16/7/2011

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Hoy, a mi regreso a la capital después de una breve aunque relajante huída de 20 días, me acordaba de la época en que no había Internet y en la que los chavales –de ambos sexos– nos entreteníamos charlando, jugando (en Aragón, al menos) a “tú la llevas”, haciendo hogueras y, de paso, fumando algún cigarrillo a escondidas, descubriendo el mundo del sexo en los compañeros o las compañeras de juegos (según las inclinaciones de cada uno)...  Haré una aclaración, que es casi una confesión. No es que me haya dado un arrebato nostálgico. 

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Ocurre, simplemente,  que me ha venido a la mente uno de aquellos entretenimientos de nuestras (mis) vacaciones de adolescencia. ¿Os acordáis de aquel juego que se jugaba con una cerilla encendida y que decía: “Encendida te la doy; si apagada me la das, pagarás”? (Hago un breve inciso para recordar que uno siempre procuraba sentarse junto a una chica –a ser posible, “gustosa”– y que, en el momento de pasarle la cerilla, alargaba la frase de marras para dejar el “mixto” a punto de chamuscar los dedos, de forma que a la chica se le apagara forzosamente en la mano y, en consecuencia, tuviera que pagar una prenda (castigo frecuentemente penalizado con la obligación de quitarse una prenda de ropa, aunque, a decir verdad y para frustración de los miembros varones (que todavía no viriles) de la pandilla, la cosa no solía llegar muy lejos, dada la mentalidad de la época a la que me refiero).Paragraph. Haz clic aquí para modificar.Paragraph. Haz clic aquí para modificar.

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¡Vaya una introducción!, dirá alguno. ¿Adónde querrá ir a parar este tío hoy? Y ambas, exclamación e interrogación, se harán con toda la razón del mundo. Sin embargo, mi anterior soliloquio no está tan traído por los pelos, o al menos a mí así me lo parece. Viene a cuento mi preámbulo de que la situación con la que me encuentro a mi regreso a la vida cotidiana es la misma de siempre. Con pequeñas variantes, sigue en marcha la misma absurda vida política (con menor grado de intensidad); los mismos gestos y pamemas ante las cámaras y micrófonos de los medios; los mismos casos judiciales siempre pendientes de finalización de la instrucción, de inicio de la vista oral o de que se dicte sentencia (la vida judicial española es como una mala película de suspense); la misma crisis; el mismo desempleo... Nada ha cambiado, ¡voto a bríos! Es como el juego de la cerilla, pero en nuestra realidad, siempre se mantiene encendida como si se tratara de una cerilla incombustible. (Como sé que siempre hay quien le anda buscando el quinto y hasta el sexto pie al gato, aclararé que utilizo el término incombustible en la segunda acepción que da la RAE, es decir, “que no sufre merma o desgaste a pesar del tiempo”.)

Se va uno de vacaciones y, si no se huye deliberadamente a un lugar totalmente desconectado de la “civilización” (si es que podemos llegar a un acuerdo sobre el significado de este maldito término), uno se impone –al menos yo lo intento– una cierta abstinencia informativa, absolutamente necesaria para lograr un descanso pleno, incluso aunque sea engañoso. Pero no nos olvidemos de que toda situación de serenidad, felicidad, placidez, relajamiento, etcétera, lleva aparejada una no despreciable dosis de “engaño”. Creo que una de las cosas que más diferencia al ser humano de otros seres vivos (tanto al menos como la capacidad de abstracción y síntesis) es su capacidad para inventar y aceptar el engaño (ficción) como modo de supervivencia. Pues bien, yo, en vacaciones, trato de engañarme, a qué negarlo: apenas veo las noticias en la televisión (apenas veo la televisión, para ser más exactos) y, aunque compro diariamente el periódico –más por responder a una necesidad perentoria creada por el hábito (¡ay, los hábitos!) que por genuino interés por mantenerme al día de las noticias–, no lo leo con la atención ni la profundidad acostumbrada, sino saltando de acá para allá, sorteando noticias desagradables, expurgando frases, en una palabra, “engañándome”. Leo el periódico como quien picotea unos aperitivos variados, como un entretenimiento gastronómico pero sin ánimo de calmar el hambre.Paragraph. Haz clic aquí para modificar.

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Así, los últimos veinte días, los he distribuido estratégicamente entre dos lugares en los que he gozado casi de idéntico aislamiento, aunque en el segundo la brecha tecnológica, como se dice ahora entre los entendidos de la informática, se ha hecho sentir de forma más acusada.
El primero ha sido Oliva, probablemente el único y último reducto de la naturaleza en la costa de Levante que no ha sido inicuamente arrasado por los promotores inmobiliarios, vilmente expoliado por los especuladores y materialmente destrozado por unos planificadores urbanísticos y unos políticos regionales y municipales cuyo mal gusto es equiparable a su avaricia y falta de honestidad..

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El segundo ha sido el altiplano de Teruel, en plena excuenca minera, tierra dura, de apariencia inhóspita, que no deja de ser una mera fachada tras la que se esconden auténticos tesoros: manantiales que, a más de agua pura y transparente, crean zonas se de exuberante verdor donde el viento que mueve los álamos crea una bella ilusión de luz y sonido; ríos de montaña con profundas pozas que invitan al baño a los más decididos (no me atrevo a decir a los más valientes, pues a algunos el apellido parece obligarnos a gestas para las que el ánimo no está dispuesto); paredes de montaña en las que todavía pueden verse cabras monteses riscando por las peñas; extensiones de trigales que en un solo mes pasan de un verde intenso a un suave amarillo ondulante; las siluetas de antiguos corrales en ruinas en medio del páramo, que hablan a gritos de una profunda soledad...

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Pero ahora, ya de regreso en la capital, no puedo evitar zambullirme en la charca de lo porquería, que, por ser verano y estar los actores habituales reposando sus atrofiadas y blandengues nalgas en hamacas repartidas por doquier, parece tener menos porquería, cuando, en realidad, lo que ocurre es que hay más quietud y, por tanto, se hacen menos olas, con lo que la mierda de la charca no parece llegar a la altura de la boca. Pero no hay más que echar un vistazo a los periódicos para ver que seguimos hundidos en la suciedad hasta bastante más arriba de los corvejones.

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Contribuyen a la aparente sensación de quietud las triunfalmente superadas elecciones locales y autonómicas, que han dejado al PP sumido en una especie de placentero sopor poscoito (no sé si ha habido penetración, pero orgasmo en Génova puedo asegurar que lo ha habido, público y estentóreo). Ahora ya sólo tienen dos objetivos sobre los que dirigir la mira de sus escopetas (nacionales): por un lado, exagerar todo lo posible (sin aportar pruebas, por supuesto, ¿verdad, señora Cospedal?) la situación de déficit de las autonomías recién incorporadas a su cartera de valores, con la doble intención de añadir oprobio a la anterior gestión socialista y de justificar las “lamentables pero inevitables” medidas que se ven obligados a adoptar, siempre en la línea de reducir o eliminar derechos sociales y de privatizar servicios públicos. El segundo objetivo consiste en disparar toda su artillería contra la línea de flotación del navío  Rubalcaba, personaje que, para los peperos, representa al demonio hecho carne (he leído incluso en algún medio cómo le han llamado directamente “asesino”). Me complace este encarnizamiento de la derecha española*** contra Rubalcaba: quiere decir que le temen, y en política, que el contrario te tema es buena señal; lo malo es que se rían de ti.

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Pero, una vez más, debo decir que las noticias que más han llamado mi atención al regreso de las vacaciones han sido, cómo no, las relacionadas con la (dicen que) santa iglesia católica, apostólica y romana. ¡Siempre hemos de toparnos con la iglesia, Sancho! Los jerifaltes del Vaticano tienen muy poca vergüenza, pero son muy astutos (lo cortés no quita lo valiente). Saben que el verano es buen momento para dar golpes de mano. Pillan a la población medio desprotegida; aprovechan que está amodorrada, como las ovejas cuando están al sol en plena canícula, para entrar a saco en tropel y hacer un estrago en el rebaño.

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Así, nos encontramos con que distintas diócesis de España se han aprovechado de la falta de interés e información de muchos pequeños municipios, así como de la Ley Hipotecaria, que nunca ha sido buena a partir del franquismo, pero que Aznar les puso a los obispos, como quien dice, “a huevo”, para apropiarse con todo descaro (o como dicen ahora los jóvenes, por todo el morro) de un patrimonio consistente en centenares de bienes inmuebles que deberían ser (mejor dicho, que deberían seguir siendo) de propiedad municipal. Lo han hecho con nocturnidad y alevosía. Si utilizásemos la jerga del propio Evangelio, diríamos que los obispos, representantes de Jesucristo en la Tierra, son los actuales mercaderes (a los que su maestro y dios, profundamente encolerizado, expulsó a latigazos del templo) con elementos del ADN de los dos ladrones que fueron crucificados con Cristo. Lo que está haciendo la iglesia católica es (a elegir) un robo, un expolio, un escándalo, un atropello, una desvergüenza, aunque yo diría que es la suma de todos los conceptos reseñados y en un porcentaje nada despreciable. Han registrado a su nombre casas parroquiales, escuelas, ermitas, cementerios, terrenos..., que ahora pueden vender, alquilar o hipotecar a su antojo. Y nuestro estado, ¡a verlas venir! (Artículos de lectura recomendada publicados sobre este caso:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/escuela/era/obispo/elpepusoc /20110716elpepisoc_4/Tes
y
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/problema/nacional/Estado/debe/ afrontarlo/elpepusoc/20110716elpepisoc_3/Tes

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Y para redondear la faena, don Benedicto XVI ha decidido venir a España y yo me sigo preguntando a qué demonios viene y qué diablos pinta aquí. Lo que sí tengo claro es que su visita (ni deseada ni deseable) nos va a costar a todos los contribuyentes (católicos, protestantes, judíos, musulmanes, indiferentes y ateos, entre otros) varios millones de euros. De momento, la señora presidenta de Madrid ya ha dado orden a todos los directores de colegios públicos (pagados con el dinero de todos los del anterior paréntesis) para que acojan y den albergue gratuito a los caprichosos peregrinos del resto de España que quieren venir a Madrid a ver el rostro amado (por ellos) de su papa. ¡La Espe es así de rumbosa! ¡Faltaría más!  Y me pregunto, ¿en calidad de qué viene este señor a España? ¿Viene como Jefe del Estado Vaticano? Entonces, que lo haga con traje y corbata, en vez de hacerlo disfrazado con sotanas, gorrito y zapatitos rojos, y, por supuesto, corriendo el Vaticano con todos los gastos. Una vez aquí, nada de misas solemnes y multitudinarias, sino las típicas reuniones de los jefes de estado: el Rey, el Presidente, el Jefe de la oposición, una comida en el Palacio Real..., ¡y a casa!

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¿Viene como papa de la iglesia católica? Entonces, que todos los gastos corran por cuenta de las distintas diócesis y de las aportaciones voluntarias de los católicos que estén en la onda oficialista (que no son todos). Y que diga misa y rece rosarios y lo lleven en procesión bajo palio (aunque eso estaba reservado en España para Franco), pero todo ello ordenadamente dentro de las iglesias, sin ocupar la plaza de Colón. ¡Y si quiere participar en una de esas manifestaciones antiabortistas y en contra del matrimonio entre homosexuales que tanto le gustan a su escudero Rouco, que sea con permiso de la Delegación del Gobierno! 
¿Viene como persona individual en visita privada o de turismo? ¡Ancha es Castilla! Pantalón corto, sandalias, gafas de sol y mucha protección solar para evitar la aparición de manchas en la piel. Y ya se sabe: pintorescos recorridos turísticos typical Spanish, comidas típicas en mesones con sangría incluida, una corrida de toros, un tablao flamenco y una ronda de la Tuna de Medicina... Únicamente, tendrían que cuidar de que no se le subiera la sangría a la cabeza y acabara con la mitra ladeada (a punto de cantar “Asturias, patria querida...”). Además, con cuatro copas, parece que le gusta adornarse con distintos tocados, ¡y eso no es serio!

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Queda dicho lo último en tono jocoso para quitar bilis al asunto. Pero, analizado fríamente, la verdad es que el tema no tiene puñetera gracia. ¿Hasta cuándo deberemos los españoles defensores del estado laico (españoles creyentes pero inteligentes, españoles agnósticos y españoles ateos) tolerar que la iglesia católica siga considerando el país como si fuera su feudo? ¿Hasta cuándo sus divinos abusos? ¿Hasta cuándo su santa prepotencia? ¿Hasta cuándo su bendita e insaciable avaricia? ¿Hasta cuándo tendremos que decir, como Cicerón a Catilina en el siglo I, Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? (cámbiese el nombre de Catilina por el del papa de turno, el gobernante español de turno, el presidente de Madrid de turno o la iglesia católica oficial en su conjunto) y dígase: ¿Hasta cuándo, XX,  abusarás de nuestra paciencia?

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¡Espero ver a muchos amigos el día 17 de agosto para manifestarle a don Benedicto XVI que, por muchos seguidores que vengan de toda España a aplaudirle, por muchas banderitas blancas y amarillas que se ondeen, por mucho que griten y alboroten sus huestes integristas, somos varios millones los que no lo consideramos bienvenido como jefe de la iglesia y los que estamos hasta el gorro (papal) de que se paguen estos faustos con nuestro dinero. ¡Y, encima, robándonos las propiedades inmobiliarias y registrándolas a nombre de la iglesia!

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OS ESPERO...
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*** He abierto esta llamada porque quiero aclarar que, si bien la derecha en todo el mundo comparte parecidos valores, la derecha española tiene rasgos distintivos propios (dicho de forma cursi, tiene su propia idiosincrasia), que la diferencian de cualquier otra derecha, incluso de la casposísima derecha berlusconiana, que tiene más de ópera bufa, mientras que la española tira más a una mezcla de cuplé, entremés, himno militar, jaculatoria mariana, rosario en familia y fusilamiento al amanecer.  En política, la derecha española es como la copla, que dice que “la española cuando besa // es que besa de verdá // porque a ella no le interesa // besar por frivolidá”. Ahora, podéis entreteneros en cambiar “la española” por “la derecha” (española, se sobreentiende), y el verbo besar por los verbos “mentir”, “robar”, “engañar”, “odiar”, “afanar”, “joder” (por supuesto con el sentido de fastidiar, molestar)...
________________________________________________________________ Ah, y al momento de cerrar, me he acordado de una noticia que me ha dado un poco (muy poquito) de satisfacción: saber que van a sentar en el banquillo a Camps y sus amiguetes. ¡Ha costado pero vale la pena!
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Ficción Sonora

2/7/2011

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Hoy he sentido el deseo de hablar de radioteatro, de esa espléndida iniciativa de Radio Nacional de España, que hoy es ya una consumada realidad. Y lo hago probablemente como reacción a la noticia (que ya comentamos en Facebook ampliamente) aparecida en El País respecto a la decisión de la SER de llevar a cabo la producción radiofónica de Las bicicletas son para el verano, con dirección de Emma Cohen, viuda de Fernán Gómez, y con todo un elenco de actores, actrices y voces de reconocidos presentadores y periodistas de la cadena del Grupo PRISA.


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