En política, interpreto la equidistancia como la adopción de una posición que trata de mantenerse en un punto intermedio entre dos posturas enfrentadas, disímiles. En cierta medida, el centrismo político ha sido habitualmente lugar habitado por oportunistas que, sin querer arriesgarse demasiado, buscaban pescar en aguas de ambos bandos tradicionalmente en litigio: la izquierda y la derecha. En este sentido, la personal equidistante suele ponerse como ejemplo de mesura, tolerancia y sentido común, en contraposición a los supuestos extremismos ideológicos de los otros contendientes, cuando lo más común es que el centrismo no suela pasar de ser puro oportunismo electoralista, normalmente destinado a un público de ideas conservadoras que desea sosiego y apacibilidad. Hay otros aspectos de la vida en los que la equidistancia puede ser una actitud ponderada y responsable. Ese término medio constituyó uno de los elementos esenciales del pensamiento aristotélico, el famoso “aurea mediocritas” que devino en castellano en la conocida expresión “en el punto medio está la virtud”, sin que la palabra latina “mediocritas” tuviera en Aristóteles otra intención semántica que señalar “el punto medio” entre extremos indeseables. Es actitud altamente recomendable, por ejemplo, intentar situarse en un punto medio entre la riqueza y la miseria extremas; o disfrutar del consumo moderado de bebidas espirituosas, sin caer en el vicio del alcoholismo ni tener que convertirse en abstemio catequizador. En síntesis. La equidistancia es una posición intermedia entre puntos distintos, incluso opuestos y enfrentados. Pero no es en absoluto aplicable a quien, como yo, se opone al radicalismo de los ultranacionalistas, sean estos de tendencia españolista o de vocación catalanista. Porque, defendiendo “intereses” contrapuestos, emplean tácticas parecidas, si no idénticas: desprecio por la opinión de quienes no piensan como ellos; insulto y ultraje de quien osa disentir de su postura; omisión y menosprecio de las normas y leyes establecidas; olvido de lo esencial de las creencias defendidas y alianza con los adversarios ideológicos con tal de conseguir el objetivo espurio perseguido. Cuando critico por igual a soberanistas catalanes y españolistas contumaces no estoy siendo equidistante. Es que los considero a ambos, en el terreno concreto del nacionalismo radical, en un mismo posicionamiento y con similar comportamiento. Me recuerdan a los dos energúmenos que pinto Goya, matándose a garrotazos. Ni unos ni otros me merecen especial respeto. Por un afán clarificador y a fin de matizar y no ser groseramente simplificador, aclararé que los soberanistas catalanes han sido en este asunto mucho más listos, más avispados diría yo, y se han aprovechado oportunamente de todas las facilidades que sus oponentes españolistas (el PP con Mariano Rajoy en cabeza) les han ido poniendo en el camino. Aún iría más lejos: el partido de la derecha españolista les ha dado el trabajo hecho.
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April 2022
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