EL BLOG DE MIGUEL VALIENTE
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Enfoques y opiniones

de un homo civicus

Debilidades humanas

9/1/2011

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Las debilidades de la condición humana se manifiestan de muchos modos. En algunos casos, esas debilidades, convertidas en acciones por personas que gozan de poder y privilegios, pueden tener consecuencias nefastas para otras personas; en otros, son simplemente causa de mofa y befa de quien las exhibe de forma pública; en la mayoría de los casos, pasan totalmente desapercibidas por ser de menor entidad la persona que las sufre y manifiesta.
Quiero hoy comentar algunos ejemplos, cada uno de los cuales cae dentro de las tres categorías que he expuesto: 

Aceptación servil de la humillación

Todo el mundo conoce el caso de las dos hermanas estadounidenses que han logrado la libertad, después de pasar 16 años en prisión,  a cambio de que una de ellas donara un riñón a la otra. La historia es sobrecogedora por lo que tiene de ruin y miserable; pero es un buen ejemplo de las situaciones a las que el racismo, el fanatismo, la injusticia y la corrupción puede conducir la “democracia” en Estados Unidos (sin que ello signifique que todo en Estados Unidos sea igualmente injusto, racista y corrupto).  Dejemos a un lado la bestialidad que supone que dos personas puedan ser condenadas “a cadena perpetua” por haber participado en un robo que les proporcionó un puñado de euros (menos de 200), bestialidad entendible si se tiene en cuenta que esas personas eran negras, pobres e incultas. Dejemos asimismo a un lado que la razón principal que ha impulsado al gobernador de Misisipi a tan “generoso” gesto haya sido lograr un ahorro en los gastos médicos que implicaba ofrecer diálisis en prisión a la hermana enferma. Después de todo, no hay más que mirar la cara de bruto del gobernador (Haley Barbour) para comprender una motivación tan rastrera. Lo que más me ha llamado la atención de la noticia es el agradecimiento mostrado hacia esta bestia disfrazada de gobernador y con corbata (por supuesto, republicano)  por las dos hermanas, en especial la receptora del riñón. Es este triste episodio de triste servilismo agradecido lo que da a esta noticia –que dentro de dos días habrá quedado totalmente olvidada– su mayor significación. Ah, y también el comentario hecho por la madre de las liberadas: “El gobernador ha hecho esto porque se aproximan las elecciones”. Quiere esto decir que, en lugar de penalizarle por su despreciable actitud, los electores le van a premiar por su gesto. O sea, que no sólo en España –donde el PP  gana electores pese a sus cientos de casos de corrupción y su incapacidad para plantear políticas alternativas–  se cuecen habas; en Estados Unidos, a calderadas. ¡Pues, vaya!

Torpeza prepotente 

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La concejala de Medio Ambiente de Madrid, más conocida por compartir el lecho conyugal con don José María Aznar (que no sé yo quién de los dos lo tiene más crudo… ¡y, encima, hasta que la muerte los separe!), acaba de castigar al colectivo homosexual de la capital con una multa a todas luces desorbitada (40.000 euros) por haber sobrepasado, supuestamente  con creces, el ruido que produjeron durante la última celebración del Día del Orgullo Gay.
Quiero aclarar que el hecho de que una persona sea homosexual o heterosexual, a título personal, me parece un dato carente del menor interés; para mí, tiene la misma importancia que el hecho de que mida 1,80m; que tenga los ojos claros u oscuros; que sea calvo o tenga una abundante cabellera; que viva en Carabanchel o en Ciudad Lineal; que sea abogado o cajero de supermercado, etcétera. Es más, en términos generales, me molesta y me parece de pésimo gusto que la gente haga alarde de su orientación sexual (cosa distinta a que la declare, es decir, que no la oculte). No me gustan los hombres heterosexuales que se van sujetando el paquete para dar testimonio de “su tamaño”; pero también me irritan los homosexuales que hacen excesiva exhibición de su femineidad o las lesbianas que se esfuerzan por actuar como machos ibéricos y además feos, como si la homosexualidad fuera una bandera de libertad que es preciso restregar por las narices a todo el mundo. Entiendo que el Día del Orgullo Gay tuvo sui justificación en un momento determinado de la historia de este país; hoy, los homosexuales han conseguido, cosa que celebro con honda satisfacción, que se reconozcan legalmente sus derechos, entre ellos el de poder contraer matrimonio. La celebración del Día del Orgullo Gay, en estos momentos, me parece perfectamente legítima, aunque innecesaria. Advierto a quienes me leáis que detesto el follón, el ruido excesivo y las multitudes. Ahora bien, que en Madrid se castigue por exceso de ruido al colectivo homosexual  me parece, cuando menos, una broma de mal gusto. Madrid es una ciudad toda ella ruido. La normativa municipal sobre ruido, si existe, se incumple de forma reiterada y abusiva a todas horas y en todos los distritos. Los propios autobuses municipales la incumplen, no digamos las motos que cientos de chavales jóvenes llevan con tubo de escape no homologado y sin sistema de reducción de decibelios (db-killer); los conductores que tocan desaforadamente el claxon cada vez que algo les molesta; los camiones municipales de recogida de basuras que producen un ruido ensordecedor a horas en que los ciudadanos tratan de descansar; los descerebrados que pasan con sus coches “tuneados” y con los altavoces a toda potencia lanzando al exterior su basura musical…  Ahora bien, la mano dura –¡qué coincidencia!– tenía que caer sobre el colectivo gay. Y no una multa pequeña; un multón. La señora munícipe se ha mirado en el espejo espiritual de su marido y señor (que tiene un azogue deformador que la hace verse más guapa, más alta, más importante y hasta sin purulencias en el rostro) y ha descubierto que ella también es capaz de “hablar en tejano”, y de plantar los pies sobre la mesa y decir: “Aquí estoy yo, el terror de maricones y tortilleras, dispuesta a dejar claro que, en este país, los hombres deben ser muy hombres, como mi Josemari, y las mujeres, muy hembras. ¡Faltaría más, hay que acabar con estos jodidos desechos sociales!  ¡Hay que poner orden en esta sociedad corrompida!”.  La señora Botella ha sucumbido a su propia debilidad y actuado con torpeza prepotente.

Imbecilidad con megafonía

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El alcalde de Valladolid es la versión (con huevos, por supuesto) de la concejala madrileña anteriormente citada, pero llevada a tierras castellanas, donde se come el pan candeal y no la mariconada de la baguette afrancesada. Cada vez que a este señor alcalde le ponen los micrófonos de los medios ante la boca y le plantean un par de preguntas con mala intención, a modo de celadas ideológicas, el tipo entra como un “miura” y con su verbo encendido, faltón y tabernario, se lleva por delante a quien haga falta. En un primer momento, manifiesta, agarrándose fuertemente la virilidad con ambas manos, que el morrito de la ministra Pajín le enloquece y ya no puede pensar en otra cosa. Esa es la parte rijosa del discurso, en la que manifiesta el bucardo ibérico que bulle bajo su traje de Armani. En cambio, en otra declaración ante la prensa, adopta un tono intelectual, hace un uso indecente (no sé cómo, pues creo que nunca ha leído un libro inteligente en su vida) de una frase brechtiana, y compara las denuncias ante posibles incumplimientos de la ley antitabaco con las delaciones y el silencio culpable de la sociedad en el caso de los judíos o los comunistas bajo el régimen nazi. O sea, viene a decir que gobierno español = nazismo. Esto me impulsa a simplificar mi comentario. Cuando una persona alcanza el nivel de estulticia del señor León de la Riva, no hay solución posible, y el diagnóstico es simple: se trata de un imbécil al que le ponen sin mordaza delante de los micrófonos de la prensa. ¿Y sabéis lo peor del caso? Pues que probablemente, este imbécil será reelegido como alcalde de Valladolid, lo que deja en muy mal lugar el nivel de inteligencia de sus electores.

La ocurrencia vacua

No es infrecuente escuchar alguna que otra boutade. La RAE define una boutade como  una frase pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar  a quien la lee o escucha.  Cuando esa ocurrencia sale de una mente, si no preclara, sí al menos hábil en el discurso, podemos encontrarnos con una ironía inteligente que nos hace sonreír. Cuando sale de una mente vulgar y mediocre, el resultado puede ser un eructo o un simple estupidez. El problema de una estupidez no es que se diga en un corrillo de bar ante unas copas; lo malo es que aparezca publicado en un periódico, aunque sea en la última página. Es el caso de la columna de Antoni o Baños en el diario Público del pasado sábado 8 de enero. Se atreve Baños a ningunear a Mario Vargas Llosa en su condición de escritor y asegura que los literatos están sobrevalorados. Tras unas cuantas vagas vaciedades, nos señala en la dirección en la que debemos orientar nuestra mirada para encontrar la respuesta válida, inteligente y, sobre todo, breve: José Mota, el humorista de TVE, ¡a quien compara con un moderno Baltasar Gracián! Asegura que Vargas Llosa “no ha sido capaz en sus densas reflexiones sobre España condensar como Mota nuestro Zeitgeist”.  (Supongo que emplear el término alemán para definir “el clima intelectual y cultural” del país es una forma que tiene Baños de mostrar a sus lectores cuán leído y escribido es.) En opinión de Baños, la capacidad de creación de neologismos de José Mota –y da como ejemplo el término “hurgatoria”, palabra cuya gracia, pese a sus explicaciones, no atino a desentrañar – convierten al humorista en el mayor pensador del Reino. Compara luego el articulista a Montalbán (intuyo que se refiere a Vázquez Montalbán y a su obra Crónica sentimental de la Transición) con Tip y Coll (y me pregunto por qué habría que compararlos), para pasar luego a la culminación de la boutade, cuando viene a afirmar que Cela “no encontró en su ubérrimo vocabulario un mejor dibujo del logos español que Chiquito [de la Calzada], cuando destiló nuestra alma penitente con su fistro pecador”. O sea, que la expresión “fistro pecador” es la destilación del alma penitente de España, y esta destilación es el mejor dibujo del logos [discurso que da razón de las cosas] español.  ¡Pues vaya, con pensadores así, y no quiero con ello menospreciar innecesariamente a Chiquito de la Calzada, estamos listos! 
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