Leo una entrada en Twitter de la presidente madrileña, en la que, sin que se le mueva un pelo de la peluca –ni se le desajuste la faja– asegura lo siguiente: “La igualdad, dignidad, libertad... los ha traído el cristianismo. Que no se crean que los ha traído Karl Marx.” Aclaro que he copiado la frase textualmente, tal como la escribe la ínclita política de la derecha neoliberal, o sea, sin corregir la falta de concordancia que comete dos veces al emplear el pronombre “los” en vez de usar el correcto “las”.) ![]() En un par de ocasiones participé en Twitter con algún comentario, pero pronto llegué a la conclusión de que esta red social no estaba hecha para mí. Os lo explicaré, aunque quizás hayáis intuido la razón. No soy hombre de frases cortas y contundentes; prefiero el razonamiento elaborado con pausa. La limitación de 140 caracteres, si no me equivoco, que Twitter impone a sus usuarios me parece en exceso restrictiva. Puede que haya gente que sepa resumir una idea genial o toda una teoría sociopolítica en tan breve espacio; yo me confieso incapaz de hacerlo. La verdad es que Twitter propicia un gran dinamismo en un intercambio constante de opiniones y sentimientos (sobre todo esto último); pero, salvo contadas ocasiones, lo que he podido observar es una especia de “pim pam pum” en el que cada “contrincante”, con mayor o menor gracia, con mayor o menor acierto, lanza su frase, que puede ser de ánimo y apoyo, o de hiriente insulto. Es un juego que no rechazo pero que no me gusta; se parece demasiado a una estadística ilustrada de opiniones destinada a cuantificar la gente está a favor o en contra de algo o de alguien. Cuando los políticos participan en Twitter, lo hacen, eso es seguro, con el asesoramiento de expertos en marketing y comunicación, que les “soplan” frases originales, impactantes y ocurrentes destinadas a crear un estado de opinión o, simplemente, a causar provocación. A la presidenta madrileña (me sorprende leer el frío desapego con que la nombro) le gusta provocar, soltar frases impactantes y desplantes chulescos, hacer afirmaciones tajantes… ¡pero siempre breves! No le gusta el discurso largo, donde pierde el norte, el sur… y todos los puntos cardinales. ![]() A su público también le gustan estas frases aguirrescas y las jalean: “¡Guapetona! ¡Que tienes más gracia que nadie! ¡Simpática!”, le dicen con arrobo. Su público detesta el discurso metódico y razonado: no lo entiende y además se aburre. Su público deja este tipo de discurso para un pichafría como Rajoy, al que votan pero por quien sienten una conmiseración teñida de leve desprecio: “¡Es un plasta, el pobre!”, afirman las damas de la caridad mientras recolocan su collar de perlas (algunas, meras Majórica). Pero, cuidado, que no estoy restringiendo el público adicto a la señora Aguirre a unas cuantas damas de la adoración nocturna del barrio de Salamanca. Aún resuena en mis oídos la frase rotunda de Gerardo Díaz Ferrán, cuando era presidente de la patronal, afirmando escueta y tajantemente: “Aguirre es cojonuda”, y le faltó afirmar: “Yo no tengo nada más que decir”, como hacía Aznar. O sea, que en la cofradía de seguidores de la ocupante del sillón autonómico madrileño, además de las damas de las calles Velázquez, Príncipe de Vergara, Alfonso XII y colindantes, hay algún que otro chorizo delincuente. ![]() Destapando la Gürtel El problema de estas frases es que quedan ahí y pueden actuar como un boomerang, instrumento que, manejado por manos inexpertas, puede volver agresivamente contra quien lo lanzó. Y como la presidente no se mide, sigue haciendo el ridículo y mostrando su lado más falaz, inculto y barriobajero. La señora Esperanza Aguirre ha prosperado en política porque, para lograrlo hoy día, las virtudes imprescindibles son el oportunismo y la carencia de escrúpulos. Por eso, algunos ya han olvidado sus en otros tiempos divertidas lagunas de cultura (Sara Mago, ¿recordáis?), aunque ha seguido regalándonos auténticas joyas de estulticia, ignorancia y torpeza, como cuando preguntó a la madre de Dulce Chacón por qué no estaba presente su hija en la inauguración de un colegio público al que habían puesto el nombre de la novelista (“Estará en Cuba, ¿no?”, le preguntó con sonrisa irónica), ignorante del hecho de que Dulce había muerto hacía casi tres años; o cuando afirmó sin morir instantáneamente de vergüenza: “La trama Gürtel la destapé yo”; o, por no seguir indefinidamente, cuando declaró con un leve y pícaro pestañeo: "Con lo que gano de presidenta me cuesta llegar a fin de mes". (Me pregunto si Rouco Varela inició cuestaciones en las parroquias para atender las necesidades de su bien amada presidenta.) ![]() Así que, hoy, ni corta ni perezosa, va y nos regala en Twitter un enjundioso resumen de pensamiento entre filosófico y político: la igualdad, la dignidad y la libertad son cosa del cristianismo, no del marxismo. Por lo pronto, la señora Aguirre se ha equivocado en uno de los conceptos, pues, con toda seguridad, quería referirse a los tres principios de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad…, pero eso, tratándose de Aguirre, es hilar demasiado fino. No la creo capaz de llegar a la conclusión de que la “dignidad” del ser humano sería fruto de la consecución de los otros tres conceptos. Además, proclamar la dignidad cae en la esfera de lo abstracto, mientras que hacer bandera de la igualdad resulta impensable en el ideario de una marquesa. Un aristócrata (he detenido la escritura para soltar una carcajada, pero ya me he repuesto) puede descender unos peldaños hasta llegar a la altura del plebeyo, decir un par de tacos descarados o incluso soltar un par de eructillos; en cambio, es imposible –además de inaceptable– que el plebeyo pueda ascender a la plataforma social (y económica, claro) del aristócrata. ![]() Voy a analizar, si puedo brevemente, la frase de la presidenta de los madrileños (yo, por si acaso, prefiero declararme aragonés y, en caso preciso, apátrida). Parece insinuar la señora condesa de Murillo (doña Esperanza) que su línea política está inspirada en el cristianismo. Ahora bien, ¿qué entiende por cristianismo?, ¿seguir las directrices del Vaticano y de su buen amigo Rouco? ¿Es cristiano mentir? ¿Es cristiano insultar? ¿Es cristiano difamar? ¿Es cristiano tomar los bienes públicos –de creyentes y no creyentes– para dárselo a las instituciones católicas (concepto diferente de “cristiano”) en forma de licencias de radio o de colegios privados subvencionados, o para dárselo a amigos empresarios en forma de hospitales o de concesiones de construcción de carreteras ilegales? Doña Esperanza confunde de forma consciente y torticera el concepto de cristianismo con el de catolicismo oficial, dominante y beligerante? Como confunde el concepto de justicia con el de caridad rancia. ![]() Me molesta que, con una absoluta ignorancia sobre el marxismo y teniendo un concepto absolutamente falso del cristianismo, se refiera a ambas líneas de pensamiento tan a la ligera. Aunque no lo hace de forma inocente. Ese intento de contraposición de cristianismo y marxismo es una estrategia que implantó en su día el régimen de Franco y que sus herederos ideológicos siguen utilizando. Evidentemente el marxismo defiende el materialismo histórico. No cree ni se apoya en la idea de un dios. El cristianismo, en cambio, basa todas sus creencias en las enseñanzas de Cristo. Pero, esencialmente tienen un elemento que una a ambas corrientes: el hombre, la defensa del oprimido, la condena de los poderosos, la búsqueda del justo reparto de la riqueza. No veo cómo podría encajar en ninguna de estas ideas a la señora condesa de Murillo ni a ninguno de sus adláteres. Y, curiosamente, sí que han existido pensadores y luchadores por las libertades y la justicia social que han luchado codo con codo, unos desde el marxismo, otros desde el cristianismo, y otros incluso desde un marxismo interpretado a la luz del Evangelio. La señora condesa de Murillo prefiere seguir las enseñanzas que se derivan de las homilías de los obispos más carcas y más cercanos al poder (político y financiero), como Rouco o el obispo de Alcalá. Evidentemente, los planteamientos del cristianismo y del marxismo fueron igualmente válidos en su origen. Fueron las instituciones que se desarrollaron a partir de ellos las que los prostituyeron, las que los echaron a perder, las que cometieron un fraude y un abuso torticero de las ideas. El cristianismo fue destrozado por la iglesia, que con el tiempo cambio la fe por el poder, la humildad por la riqueza, la fraternidad por autoritarismo, el amor por crueldad. El marxismo fue destrozado y prostituido por los regímenes comunistas, por el llamado socialismo real. Pero la señora Aguirre no dice nada de eso. Se limita a repetir la consabida y maniquea palabrería franquista de enfrentar a los buenos cristianos (católicos de derechas, se supone) con los malditos rojos comunistas. No sirven de nada los años transcurridos, ni la modernidad, ni la evidencia histórica. Ella (y los suyos) erre que erre. ![]() Pero poco bueno cabe esperar de una persona que ha dado muestras del más absoluto desprecio por la verdad, por la rectitud, por la honestidad. Ha despreciado la justicia, ha calumniado, ha comprado voluntades, ha espiado a sus propios compañeros de partido, ha hecho insinuaciones malévolas. Todo lo ha hecho, dice ella, por favorecer las libertades, desde un prisma político ultraliberal. No entiendo cómo el pueblo de Madrid no ve todo lo que se esconde tras un personaje tan nefasto, tan escasamente inteligente y tan poco valioso. Para poner la guinda en el pastel de su incompetencia y su verborrea supuestamente castiza, el otro día. en la clausura del congreso de su partido en Madrid, soltó una de esas frases que a ella (y a sus seguidores) tanto le gustan. Refiriéndose a la crisis y a los esfuerzos que se supone que todos debemos hacer para sacar de ella a España, gritó mitinera y cañí: ¡Por Madrid y por España, pico y pala! ¿Puede un político ser más demagogo? ¿Va esta señora a coger un pico y una pala? ¿Sabe para qué sirven? ¿Se está riendo de los trabajadores que sudan la camiseta con esos nobles instrumentos de trabajo? Porque no creo que se esté refiriendo al pico y la pala que habría que usar para abrir todas las zanjas y sacar a todos los asesinados por el franquismo. ¡No, no lo creo! |
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