Leía ayer en un periódico nacional que Esteban González Pons –por mandato de la superioridad pepera o por propia satisfacción, también llamada gustirrinín– ha asumido el papel de malo de la película, es decir, el señor (con perdón de los señores) que actúa como martillo pilón de la política, con un destinatario casi invariable de sus martillazos, Zapatero, aunque, por supuesto, también nos vemos obligados a aguantarle los sufridos ciudadanos que nos topamos con su cara de alumno aventajado de los jesuitas encantado de haberse conocido.
Suele darse a este tipo de personajes el sobrenombre de “mamporreros”, por aquello del gusto que les proporciona el reparto de mamporros. Claro que, ateniéndome al primer y principal significado, y no al metafórico, del término, el mamporrero es el gañán de cuadra que, ayudándose de un palo, azuza y dirige el miembro del caballo para que éste logre realizar satisfactoriamente la coyunda con la yegua o la burra (según la pareja que se le haya asignado). Hay que tener en cuenta que el fruto inguinal equino es de muy considerables dimensiones Y siguiendo una línea muy personal de pensamiento, llego a la conclusión de que este término también le va muy bien al señor G. Pons, pues transmuto al noble cuadrúpedo en un ser colectivo (menos noble), que es la masa social de la derecha-derecha, y entiendo que el señor G. Pons cumple atinadamente su papel de mamporrero, estimulando y excitando el miembro de ese ser que es la masa social de derecha-derecha, y que tratándose de una importante masa social debe ser un miembro descomunal, casi como el del chiste del argentino (otro día os lo cuento). Lo que ya no me queda tan claro es si esa masa social llega a tener una coyunda y un orgasmo político satisfactorios. Aunque viendo la cara de éxtasis que adoptan cuando escuchan a su mamporrero, colijo que así es. Ya sé que este pensamiento de hoy es, al menos aparentemente, un tanto trivial y hasta estrafalario. Pero me divierte la idea de que, en el fondo, la tarea del señor G. Pons dentro de su partido sea la de actuar a mitad de camino entre una pajillera de cine de barrio y un asesor sexual que encamina adecuada y cuidadosamente los pasos del miembro viril de sus votantes. Y no olvidemos que para la derecha social, al menos para los varones de la derecha social, hay tres premisas sine qua non: - Tenerla más grande que nadie. - Mear más lejos que nadie. - Hacer las cosas por cojones... Señor Pons, bien explicado, ahora todo cuadra: ¡es usted un perfecto mamporrero pepero! |
|