¡Terroríficas! Así suenan las voces eclesiales alzadas con bélico entusiasmo. El ardor guerrero que bulle en la sangre del apóstol Santiago se transfunde milagrosamente a las arterias esclerotizadas, a las venitas varicosas y a los vasos capilares perfumados de incienso de los curitas carcas y de sus obispos, arzobispos y cardenales… Y al frente de todos ellos, el menudo papa Bendecido XVI (como Pancho Villa, “pequeño pero matón”), se eleva sobre la tarima papal con báculo y tiara ricamente ornamentados, blande la espada flamígera de la indignación y exclama “¡¡¡Debemos reconquistar España, viña devastada por los jabalíes del laicismo!!!” (El País, 2 de enero de 2011) ¡Ahí queda eso!....... La verdad es que la iglesia anda un poco desfasada, desorientada y escasamente atinada con el tema de las metáforas y los símiles. Veamos: en su arenga a las huestes católicas, comienza por decir que España es una viña (del Señor, o sea, suya). Ni siquiera considera a España una finca agrícola de cierta importancia, una gran hacienda: no, tan sólo es una viña. ¿Y por qué hace semejante afirmación? ¿Insinúa su santidad que en España nos dedicamos exclusivamente a la producción de vino y que los españoles somos unos borrachuzos? Por otra parte, si quiere reconquistar una viña, es que le interesa el producto, lo que me lleva a preguntarme si no estará planeando la iglesia católica dedicarse al exitoso negocio de las bodegas. Sigue la metafórica andanada papal con la afirmación de que su viña española está “devastada por los jabalíes del laicismo”. Si nos atenemos al significado atribuido por la RAE al término devastar (destruir un territorio, arrasando sus edificios y asolando sus campos; reducir a pedazos o a cenizas), hay que admitir que los jabalíes del laicismo son unas fieras dignas de ser aniquiladas. Normalmente, los jabalíes comunes suelen causar ciertos destrozos en las plantaciones que atraviesan, pero no llegan a asolar territorios. En otras palabras, los jabalíes del laicismo constituyen la especie más odiosa de la familia de los jabalíes. Paso ahora a analizar el símil papal, que establece esa curiosa analogía entre las personas laicistas (entre las que tengo el honor y la satisfacción de encontrarme) y los jabalíes. Estoy convencido de que el propósito de don Benedicto es insultar, zaherir y atacar a las personas laicistas, pues ni siquiera nos compara con leones, tigres o tiburones, animales todos ellos tradicionalmente considerados mortíferos, sino con jabalíes, los cuales, a su involuntaria tendencia a quebrantar cultivos, unen ese lazo de familia que tienen con el “cerdo”. ¿Me vais siguiendo? Yo me considero laicista, y no por ello denuesto a los católicos, en tanto que personas individuales creyentes y practicantes. Naturalmente que no comparto sus creencias (su fe), pero las respeto. Cosa distinta son los grupos católicos de presión social en sus muy variadas formas y denominaciones (legionarios de Cristo, opusdeístas, kikos o, simplemente, beatos intransigentes); a esos, los tolero porque no me queda más remedio, pero no los respeto, lo que respeto es la norma legal que me obliga a tolerarlos. ¿Y cómo van los católicos belicosos a combatir a los jabalíes del laicismo depredador? Ahí se debaten entre varias opciones, desde la mera presión a través de los medios (¡vaya novedad!) a las barricadas, es decir, a las manifestaciones callejeras (esta gente le ha tomado gusto a eso que antes sólo hacíamos los “rojos”), sin desdeñar la posibilidad de crear un partido político, por supuesto a la derecha del PP, que consideran demasiado blando y consentidor. Saben bien sus eminencias que los chicos del PP son católicos (muy practicantes, medianamente practicantes, escasísimamente practicantes y oidores de misas de obligada asistencia), pero que se divorcian como todo hijo de vecino; que sus hijas abortan cuando sus embarazos resultan embarazosos (en clínicas privadas, naturalmente), y que cuando alguno de sus ancianos se encuentra en situación de enfermedad terminal, piden a su médico de cabecera (de confianza) que le ayude a morir sin sufrimientos, cosa que comprendo, respeto y comparto, pero que me hace recordar la hipocresía repulsiva de doña Esperanza y sus huestes cavernícolas en el todavía humeante caso “doctor Montes”. Bien, regreso de los cerros de Úbeda. Lo del partido de la iglesia católica lo veo desde una doble perspectiva. Egoístamente sería la pera. Eso significaría una necesaria división del voto de derechas entre católicos-católicos y los otros (sin contar con un hipotético tercer partido liderado por don Cascos). Me temo que la idea es demasiado bella para ser posible y cierta. Pero la segunda consideración es esta: ¿qué demonios pinta la iglesia metida “directamente” en política? Antes participaba mediante la actuación de elementos interpuestos, o sea, como un lobby, muy poderoso pero lobby al fin. En otras palabras, los jerarcas eclesiásticos actuaban disfrazados (no quiero decir con los ropajes de celebrar misa, que, aunque ridículos, son cosa en la que no me meto). Quiero decir, que lo hacían de forma más disimulada, más ladina. Ahora quieren salir a la palestra a cara y pecho descubiertos. Mire usted, don Benedicto. O mejor, mire usted, don Antonio María (por protocolo, conviene dirigirse al papa a través de sus subordinados jerárquicos), yo conozco muy someramente su doctrina, pero sí lo suficiente como para recordarle que su fundador (o sea, Jesucristo, se lo recuerdo por si tenía dudas) cuando Pilatos le preguntó por qué había sido entregado por los judíos, le respondió con una frase muy sencilla que encierra la esencia de la doctrina cristiana, tan poco practicada por la iglesia católica oficial: “Mi reino no es de este mundo”. |
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April 2022
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