Leo con una mezcla de estupor, indignación, rabia y asco la decisión del jurado valenciano que ha exculpado a dos chorizos manifiestos.
Ayer ya me temía que lo peor podía ocurrir, pues no parecía lógico que, ante hechos y pruebas tan claros, contundentes y apabullantes, un jurado necesitase tanto tiempo para alcanzar un veredicto. Eso significaba que había una lucha de fondo por encontrar los argumentos que permitieran a los 5 miembros partidarios de absolver de dar unas respuestas “razonadas” al juez, tal como establecían los términos del cuestionario que se les había planteado. Ante este veredicto, cualquier persona que no esté contaminada por la propaganda ideológica de la derecha valenciana no puede sino sentirse avergonzada. Nuestra imagen ante el resto de Europa queda manchada y en un espantoso ridículo. Qué razones han tenido esos cinco miembros del jurado para emitir un veredicto absolutorio solo lo saben ellos. No me gustaría estar dentro de su conciencia. Aunque, si lo estuviera, probablemente no sentiría nada. Su mente, su conciencia y su inteligencia tienen que reflejar un encefalograma plano. Naturalmente, los ciudadanos no tendremos más remedio que tragar saliva, mascullar alguna que otra jaculatoria blasfema y transigir calladamente con la libre absolución de estos dos tipejos. Pero espero que, encima, el partido en el poder no aproveche para rehabilitarlos políticamente. Son dos cadáveres… ¡y bastante putrefactos!, por mucho que salga a gritar sus elogios esa señora vocinglera que se autodefine como alcaldesa de Valencia, esa que ve normal que los representantes de las empresas proveedoras le regalen bolsos de Louis Vuitton. Sé que los seguidores y palmeros de la desvergüenza (peperos) dirán que hay que acatarlas resoluciones judiciales y que el jurado ha actuado de forma libre e independiente. ¡No me lo creo! ¡No me lo puedo creer! Mi inteligencia se rebela ante tamaño despropósito… ¡y mi decencia, también! Porque los españoles, todos los que sabemos leer y no tenemos tapones en los oídos, aunque no hemos sido miembros de jurado, hemos podido escuchar y leer las pruebas de la ignominia. Estamos tan al corriente de todo lo que se ha dicho en la sala del juicio como los integrantes del jurado. Sabemos tanto como ellos. O sea que podemos opinar y enjuiciar su veredicto. Y yo lo considero vergonzoso, ignominioso y cobarde. No quiero ni siquiera pensar que haya podido haber chantajes, presiones o compras de voluntades de por medio. Sabemos que no sería imposible, ni mucho menos. Ahora vamos a esperar y ver si el vodevil vergonzoso en que está sumida la vida judicial española se ve redondeada con alguna sentencia condenatoria del juez Garzón. Todo es posible en España. Nuestra capacidad nacional para hacer el ridículo en el mundo no tiene límites. Somos capaces de lo más sublime y de lo más abyecto. Ahora estamos en fase de “cuarto menguante”. No sé qué nos cabe esperar ni qué podemos hacer los españoles que vamos por la vida “por libre” y con sentimientos e ideas progresistas y de izquierdas. Doy un listado y que cada uno elija lo que considere menos malo: - Exiliarnos - Desconectarnos de la vida pública - Cagarnos en… (lo que cada uno considere oportuno)… varias veces por minuto - Renunciar a la ciudadanía española (al menos de forma provisional) - Dedicarnos a la poesía, la música, la pintura… - Volcar nuestra insatisfacción en el sexo (el que pueda) - Ponernos a estudiar chino, árabe, húngaro o cualquier otro idioma imposible - … (se ruegan sugerencias) |
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April 2022
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