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Enfoques y opiniones

de un homo civicus

¿Está la política reñida con el intelecto?

4/27/2017

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    Leía en el texto introductorio de sus obras completas, que María Zambrano había sido una de las primeras personas que, en su condición de pensadora y ensayista, había buscado –y conseguido– unificar de forma armónica las tres dimensiones de su quehacer intelectual: la filosofía, la política y la literatura.
     ​Si bien es cierto que tradicionalmente se han considerado –incluso estudiado– estas tres disciplinas de forma separada, no resulta en absoluto descabellado imaginar que pueda haber intelectuales que aborden su tarea creativa desde los tres ángulos, pues éstos no se repelen entre sí; al contrario, deberían caminar siempre de la mano.
     Si consideramos la filosofía como la búsqueda del conocimiento de la verdad y del sentido del obrar humano; si aceptamos que la política es esencialmente la forma en la que el ciudadano, mediante sus opiniones, su trabajo, su voto y su crítica, participa en los asuntos públicos para la mejora constante de la sociedad en la que vive; y si estamos de acuerdo en que la literatura básicamente es el arte de lograr la belleza mediante el uso de la palabra oral o escrita, ¿qué podría impedir que la tarea de creación intelectual se abordase aunando estas tres perspectivas: la filosófica, la política y la literaria? ¿Acaso no parece lógico que quien busca hallar la verdad sobre la vida y sobre el comportamiento humano pueda hacerlo desde su condición de ciudadano activo preocupado por la mejora de la sociedad, y que trate, además, de trasladar su pensamiento a los demás de forma bella y elegante? ¿No es sensato pensar que quien se ocupa de los asuntos públicos lo haga desde la búsqueda constante de la verdad dentro de un marco de referencia universal y que, si escribe sus ideas y conclusiones, lo haga con la prosa más cuidada, precisa y elegante posible?  ¿No resulta natural pensar que quien se dedica a la noble tarea literaria, aparte de perseguir el logro de la belleza mediante la palabra oral o escrita, aborde en sus escritos asuntos que tengan un contenido y manifiesten unas inquietudes sociales, políticas o filosóficas? No se trata, por tanto, de disciplinas que habiten mundos alejados y ajenos.
     Si nos centramos ahora en nuestra realidad, veremos que no es moneda común esa unificación armónica de las tres disciplinas. El mundo de la filosofía nos proporciona nombres de gran relieve de pensadores que han participado muy activamente en la arena política con ensayos de gran altura literaria. De fuera de nuestras fronteras, citaré a mis tres autores favoritos: Walter Benjamin, Noam Chomsky y Zygmunt Bauman; pero no nos faltan ejemplos intramuros, desde Unamuno hasta los más actuales, como Gustavo Bueno o José Antonio Marina, por citar los que mejor conozco y más me interesan. Todos ellos nos han enriquecido con su búsqueda de la verdad, que es el principio de la filosofía, y lo han hecho desde ángulos tan diversos como la religión, la educación, la sociología, la lingüística, la sexualidad o el feminismo en lucha contra el machismo. Además, lo han hecho con libros de ensayo –e incluso poemas– que constituyen auténticas joyas literarias. El mundo de la literatura nos regala autores que, aun centrando su labor en la pura creación novelística, dramática o poética, han puesto su acento en temas de hondo contenido sociopolítico o filosófico: José Luis Sampedro, José Manuel Caballero Bonald, Juan Mayorga, Antonio Muñoz Molina, Juan Goytisolo son algunos de los autores que más me han enriquecido con su pensamiento, y no solo con su magnífico estilo y la belleza de su prosa o de su poesía.
     Volvamos ahora la vista a nuestros políticos. Me refiero, como es natural, a quienes hacen de la vida política su actividad central y remuneradora. O sea, a quienes viven de la política, ya no estoy tan seguro de si podría decir que viven “por y para” la política. ¿Cuántos podemos nombrar que puedan englobarse en la categoría de filósofos y literatos? Se me ocurren dos nombres a vuelapluma, pero da la coincidencia de que son los “menos políticos” de la escena parlamentaria o militante: Ángel Gabilondo y García Montero, quienes, por cierto, están –o han estado– en la política de forma accidental, pues son realmente filósofo el primero y poeta el segundo, y ambos, profesores. Los dos parecen caídos en la arena política un poco a contrapelo y como por casualidad. ¿Alguien se atreve a darme una lista más completa? Mientras eso no suceda, mientras no haya más políticos de profesión que sean capaces de ir un paso más allá del alicorto horizonte de las preguntas y respuestas parlamentarias; que muestren que pueden elaborar y trasladarnos su pensamiento de forma bien articulada y en un castellano correcto y de vocabulario rico y expresivo; que demuestren que albergan ideas, conceptos, propuestas e inquietudes que escapan al manido y rutinario lenguaje de los discursos de campaña electoral; mientras eso no suceda, mientras sigamos con nuestro frugal menú intelectual de cocina casera y barata, nuestro futuro seguirá siendo gris, muy gris y, sobre todo, tremendamente incierto.
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