![]() Hoy he sentido el deseo de hablar de radioteatro, de esa espléndida iniciativa de Radio Nacional de España, que hoy es ya una consumada realidad. Y lo hago probablemente como reacción a la noticia (que ya comentamos en Facebook ampliamente) aparecida en El País respecto a la decisión de la SER de llevar a cabo la producción radiofónica de Las bicicletas son para el verano, con dirección de Emma Cohen, viuda de Fernán Gómez, y con todo un elenco de actores, actrices y voces de reconocidos presentadores y periodistas de la cadena del Grupo PRISA. De los comentarios que en Facebook hicimos unos y otros (todos apasionados participantes en las distintas producciones de radioteatro de RNE), podía deducirse que la noticia había producido en nosotros sentimientos encontrados –diría incluso agridulces–, y ello tiene su explicación. La parte dulce es evidente y requiere pocas aclaraciones. Todos somos amantes de la radio y del teatro y, por supuesto, del teatro radiofónico. ![]() Y es una buena noticia que un género que había permanecido durante mucho tiempo olvidado regrese a las ondas. Porque gusta; y gusta mucho. Porque tiene un público y un hueco en la radio actual, mucho más amplio del que muchos imaginan. Porque cumple una doble misión de entretenimiento y de cultura. Porque le ofrece al oyente –no me gusta lo de “escuchante” por mucho que le encante a Álex Grijelmo, a quien no obstante admiro– todo un mundo fantástico de sonidos para que él lo reconstruya con su imaginación, como hace un libro. Porque el oyente puede ponerles el rostro que prefiera rostro a los héroes y heroínas, y a los villanos y las malvadas. Y puede imaginar a su gusto los paisajes, las ciudades, las habitaciones, la luz, los colores…, y, por qué no, hasta los besos, que los actores-locutores dan sobre su propia mano muy cerca del micro. Porque para sentir la emoción de ese beso apasionado no necesitamos verle las amígdalas al actor o la actriz de turno, si la serie de TV o la película no ha tenido una correcta dirección de actores. Y, por supuesto, es una buena noticia porque, aunque la SER, a través de El País, lo presente como una primicia, como una “genialidad”, todo el mundo (en especial el mundillo de los medios de comunicación) sabe –y si alguien de ese mundillo no lo sabe es que no está debidamente informado, lo que sería escasamente profesional– que quien ha dado vida a esa espléndida resurrección del radioteatro ha sido Radio Nacional de España. Y que la iniciativa de RNE no es fruto de un capricho aislado, de una ocurrencia, de algo pasajero. Hay que recordar que RNE lleva varios años ofreciendo este tipo de programas, y en los dos últimos años lo está haciendo con renovado impulso. Por ello, quizás, habría sido todo un detalle que el redactor de la noticia ofrecida por El País hubiera tenido un mínimo reconocimiento a la labor de la cadena pública. Que hubiera dicho algo así como: “La SER, siguiendo la línea marcada en los últimos años por RNE con éxito notable, ha decidido producir la versión radiofónica de…”, sin más. No sería demasiado pedir en aras a una información veraz y respetuosa con otros compañeros de profesión. Otra cosa es el tema de la acumulación de “estrellas” en el reparto. Ya dije hace unos días en Facebook que comprar los ingredientes más caros del mercado no nos da la seguridad de que vayamos a hacer la mejor paella del país. Por partes, que no quiero ganarme la enemistad de nadie. No tengo nada contra los actores y actrices de teatro, cine y televisión. Todo lo contrario. A través de mi colaboración en el teatro radiofónico de RNE durante unos cuantos años, he tenido la oportunidad (y el privilegio) de conocer y trabajar con algunos excelentes actores y actrices españoles. ![]() Mis tiros van por otro lado y tienen dos vertientes. Por un lado, al leer la noticia sobre la futura producción de la SER, yo tenía la extraña sensación de ver a alguien que quería “tirar la casa por la ventana”. Y, en este terreno en que nos movemos del radioteatro, cuando alguien echa la casa por la ventana es que no tiene realmente fe en el concepto y necesita “vender nombres”. En el caso que nos ocupa, los nombres están servidos, desde el del autor y la directora, al de los numerosos actores y actrices de fama, pasando por el del narrador (mi admirado periodista Iñaki Gabilondo). Tengo la misma sensación –y espero que nadie se dé por aludido y mucho menos por ofendido– que cuando escucho hablar de esos equipos de fútbol que se montan en torno a un generoso talonario de cheques en vez de hacerlo en torno a un proyecto deportivo y humano: puede que funcione, pero no hay garantía de que así suceda. El otro lado por el que van dirigidos mis tiros es que, en el radioteatro, los actores son uno más de los múltiples elementos que crean la ficción sonora (nombre muy bien elegido para dar entidad a la iniciativa de teatro radiofónico de RNE). Porque en eso estriba el radioteatro y no en otra cosa: en la capacidad para crear una ficción sonora. Y en ese apasionante trabajo de creación, los actores ponen la voz (nada más). La voz y también la emoción. Y la hondura. Y el cachondeo… Pero todo con la voz. El resto es labor de un esforzado equipo de espléndidos técnicos (en el caso de RNE de espléndidas –y guapísimas– técnicas), que con enorme meticulosidad, paciencia, profesionalidad, experiencia, buen gusto, creatividad…, son capaces de crear el mundo sonoro que envuelve y da vida al texto dramático. Son las artífices de hacer llegar a los oídos (y a la mente) del radioyente ese mundo en el que se desarrolla la historia con su música, su lluvia, sus campanas, sus coches, su ajetreo, sus fiestas, sus puertas que se cierran, sus “silencios” que asfixian…; ese mundo, que es la urdimbre sobre la que se teje la historia narrada. ![]() Y luego están los actores y locutores de radio con años y años de experiencia y un saber hacer envidiable. Esas voces que para los oyentes no tienen rostro, pero que durante años les han hecho llegar mil emociones. Profesionales que, cuando se plantan ante el micrófono, guión en mano, se transforman. Mejor dicho, transforman su voz y su personalidad y, en cuestión de segundos, pasan a ser un monstruo sanguinario, un delincuente, un viejo profesor, un policía, una distinguida dama de la alta sociedad, una furcia desgarrada o una taxista macarra neoyorquina. Todo sin que se les altere un músculo. Y todo lo anterior es “el equipo”. Ese equipo no adquirido a golpe de cheques en el mercado de las estrellas, sino que se ha ido formando poco a poco. Un equipo en el que también cabe alguna que otra estrella, por supuesto. Y siempre encaja bien porque, al entrar a formar parte de ese equipo, se olvida del estrellato y se convierte en uno más de la peña. Un equipo en el que no hay personalismos, en el que todo el mundo puede opinar. Un equipo en el que se entrega el tiempo con generosidad porque la gente disfruta con lo que hace. Hoy he querido rendir en mi blog este pequeño tributo a Ficción Sonora de RNE y a todo el equipo de teatro radiofónico. Y quiero darles las gracias por haberme permitido formar parte del grupo, ser uno más, porque participar en una de sus producciones constituye una experiencia impagable para quien siempre ha amado el teatro y la radio. ¡Gracias, compañeros! |
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April 2022
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