Las instantáneas son esas fotos en que, por caprichos del azar, de las leyes de la física y, por qué no, también del acierto y el sentido de la oportunidad del fotógrafo, aparece plasmado un retazo de vida que ha quedado en suspenso, como si esperase en cualquier momento su continuación. Hay instantáneas divertidas, tristes, amenazadoras, grotescas, seductoras, provocadoras… Contemplad esta instantánea. ¿No os apetece dejar que vuele vuestra imaginación para adivinar lo que debían de estar pensando los dos personajes? Mirad esos rostros. Observad la sonrisa de Aznar, esos labios fruncidos entre el asco y la sorna, mientras los ojillos se entrecierran malévolos; fijaos en ese brazo izquierdo, al extremo del cual se adivina una mano que explora la resistencia muscular (parece que algo fofa) de Mariano. Flota en el aire un pensamiento espeso, que casi podría materializarse en forma de bocadillo de cómic: “Joder, Mariano, qué mierda de brazo, qué chichas más flojas…, ¿cómo vas a gobernar con mano firme el timón del partido y, peor me lo pones, el rumbo del país?” Entretanto, observad ahora con atención el rostro y el cuerpo de Rajoy. Es de una blandura como de personaje de museo de cera. Uno tiene la sensación de que si diera un puñetazo en esa cara o en ese pecho, no le dolería, como si todo él estuviera hecho de una cera blanda capaz de amortiguar todos los golpes. Más que rígido, está flácido. Y esa expresión, esa sonrisilla apenas esbozada, congelada en el tiempo, con la que parece decir: “Dale, dale, toca todo lo que quieras, mamón, que ¡a mi plim!, yo, a lo mío, y ya sabes qué es lo mío: decir sin decir; ni afirmar ni negar, sino todo lo contrario; repetir y repetir, que eso da seguridad; y si no te gusta lo que tocas, pues ya sabes, ¡a mamarla a Parla!, como se dice ahora… “
Estos u otros pensamientos parecidos pudieron producirse en las mentes preclaras de los protagonistas de la instantánea. Al menos son los que a mí me inspiran los modelos retratados. En cualquier caso, cuando estoy muy saturado de la basura político-mediática, esta actividad me produce un enorme relajamiento y me libera de la habitual desazón que me produce abrir el periódico o encender la radio. Probad a hacerlo. Tomad una buena instantánea, que las hay, y dadle vida; poned sobre las cabezas de los personajes unos bocadillos imaginarios y rellenadlos con los pensamientos que os inspire el momento. ¡No os cortéis! ¡No vais a arreglar el mundo, pero podéis pasar un rato estupendo, como yo ahora! |
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