PERSONAJES DE LA COMEDIA: ELLA: Doncella de poco seso (sexo, el justito pero más del que parece a primera vista) venida incomprensiblemente a más por mor de esas cosas que tiene la vida y que nadie se explica. Lleva túnica blanca sacerdotal recogida con cíngulo sagrado y, sobre la túnica, capa de terciopelo verde mermelada de ciruela para destacar el carácter sagrado de la dignidad que ostenta. ÉL: Cincuentón (casi sesentón) moderno (pero pronunciado modelno, en plan pijo barrio de Salamanca) al que se le está quedando cara de jubilada setentona con pelos a lo loco, y que se dedica a la cosa de las musicainas modelnas (con residencia en Miami, que tiene mucho más caché y se paga menos impuestos). Lleva abrigo del que es difícil discernir si es del uniforme de un general francés de la guerra de la independencia o si lo ha cogido al azar en una tienda de antigüedades del rastro. LUGAR: Espacio institucional de una ciudad desde la que dicen que se va directamente al cielo (nadie ha sabido explicar aún el porqué de esta disparatada y desmesurada afirmación) en día muy señalado para que la doncellita luzca sus mejores galas y se pase cualquier muestra de sentido común por el forro de su marfileña entrepierna (si la entrepierna tiene restos de pelitos mal depilados lo dejamos para crónicas más aviesas escritas de mala fe). (Al levantarse el telón se ve una masa de gente que vitorea y aplaude con entusiasmo todo conato de frase salida de la boca de piñón de la doncella que ya no es doncella. Pero si de su boquita de grana no sale ninguna frase, no importa. Aplauden igual. La masa aplaude y mira con arrobo sus mohínes entre pizpiretos y coquetuelos, siempre con los ojos vueltos hacia el cielo estrellado (o nublado, da igual). Comienza a sonar una música que, en sus primeros compases, podría parecer religiosa, de esas que un coro de monjitas canta con empalagoso e indigesto acompañamiento de guitarra desafinada, pero, a los pocos compases, se ve que no, que tiene mucho más recorrido porque, al oírla, la masa de asistentes se han puesto a corearla como locos:
Hoy no me puedo levantar el fin de semana me dejó fatal… De repente, la concurrencia que se concentra delante del escenario-altar adquiere conciencia de lo que dice texto de la canción y se queda petrificada. Hoy no me puedo levantar Nada me puede hacer andar No sé qué es lo que voy a hacer Me duelen las piernas, me duelen los brazos Me duelen los ojos, me duelen las manos ¡¡¡Noooo!!! ¿Qué puede ocurrirle a ELLA? Un escalofrío recorre sus espinas dorsales. Se temen lo peor. Alguien, en medio del silencio creado, recita unos versos que traen a sus mentes el recuerdo dolorido de una princesa que sufre, como ELLA. La princesa está triste, qué tendrá la princesa. los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. “¡Que alguien explique qué le ocurre! ¡La incertidumbre nos mata!”, exclaman distintas voces con temblor de pánico. Pero no hay nada que temer. “¡¡¡ELLA está bien, no ocurre nada, es solo una canción!!!”, tranquiliza un miembro del séquito. Es cierto. ELLA sonríe de nuevo. La multitud siente aplacados sus temores. ¡Falsa alarma! Lo que mostraba su rostro era tan solo un ligero mohín, un fingimiento teatral para dar entrada en escena a ÉL, que llega hasta su vera expansivo, prodigando besos con la mano, sonriendo obsequioso, zalamero, adulador… Se calman las voces de la parroquia. Acercan un micrófono a la doncella. Esta se acerca con sonrisa meliflua, espera unos segundos para crear la oportuna tensión de la espera. Luego surge un vivísimo, emocionante diálogo entre ambos. ELLA – (susurrando casi) Nachoooo ÉL – Sí, Presidenta mía… ELLA – Te otorgo esta medalla… (traga saliva para contener la emoción) esta condecoración, que no hace justicia a tus merecimientos… ÉL – No sigas, que hoy me he levantado blandito y me emociono. Estoy al borde de las lágrimas… ELLA – Es que eres muy grande, te lo mereces todo… ÉL – Pues anda que tú… (hipido de turbación) ELLA – Eres listo, eres guapo, eres un amor… ÉL – Y tú más… (están al borde de dejar que el público adivine el cúmulo de tentaciones que les invaden) ELLA – ¿Qué haces esta noche? ÉL – Lo que tú quieras, pochola. La medalla es tuya, la condecoración es tuya. Soy todo tuyo. Habitación 300. ELLA – (al oído mientras le impone la banda) Truhán… ÉL – (devolviendo la carantoña) Lagartona mía… Se levanta y cobra cada vez más fuerza una vehemente algarabía entre la enardecida masa de admiradores/as, seguidores/as de una y de otro. Varias jovencitas de Serrano se desmayan, aunque el guión no deja claro cuál es la causa del desvanecimiento. Una señora residente en la calle Príncipe de Vergara (ella suele decir General Mola) saca su escapulario y lo muestra con exaltada devoción a los que la rodean. “¡La Virgen me ha escuchado, la Virgen me ha escuchado! ¡Tenemos Presidenta perpetua y a lo mejor hasta se casan y tienen muchos niños tan guapos como ellos!” La chica que está a su lado trata de calmarla. “Que no, abuela, tranquilízate, que este vive en Miami y solo ha venido a recoger la medalla. Como mucho podrían echar un polvete, pero con protección.” “¿Protección? ¿De quién? ¿De algún santo virgen y mártir?” “No. Con condón, abuela.” “Ah.” La abuela se siente decepcionada. “Es que hacen tan buena pareja. Ya sería lo más de lo más si él quisiera ir a la pelu a darse un buen corte de pelo, como Dios manda…” Siguen las músicas, los codazos (antaño, abrazos), los besos al aire a dos centímetros de las mejillas (no vaya a ser que estropeemos el maquillaje, que ha costado una pasta), las frases emocionadas: “Mañana por la tarde nos vemos en Ramsés para celebrar el resultado, ¿ok?”. “No, mejor en Eccole, que tiene más estilo. En Ramsés últimamente se ve demasiada chusma de clase media-media”. “Uff, qué asco, ¿no?”. [Aumentan los decibelios. Desde el techo se lanzan enormes haces de luz estroboscópica que provocan de toda clase de alucinaciones y delirios entre el personal, que ruge sin contención toda clase de consignas mezcladas con piropos a su doncella, ya diosa: ¡¡¡Libertad, libertad!!! ¡¡¡Guapa, más que guapa!!! ¡¡¡Muera el comunismo!!! ¡¡¡Rojos al paredón!!! ¡¡¡Isa, Isa, Isa, Isa!!! Luces de mil colores y ruido ensordecedor se confunden en brutal algarabía, mientras los dos protagonistas van desapareciendo por el fondo del escenario envueltos en una nube de humo de hielo seco y confeti. Llevan las manos entrelazadas y se miran a los ojos, preguntándose si mañana se van a poder levantar. Luces fuera. FIN DE LA COMEDIA |
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April 2022
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