Cuando se produjo el intento de golpe de Estado del 23-F hacía escasamente un año que habíamos regresado a España, después de ocho años de residencia en un país que amo y añoro: Australia. Mi intención, al resaltar este hecho, no es hacer una reseña de aquel momento, afortunadamente superado por la sociedad; ya hay suficientes reseñas, reportajes, entrevistas, declaraciones y hasta películas sobre un acontecimiento que en España era gravísimo por obvias razones de nuestra historia reciente, pero que, en cualquier otro país de democracia bien asentada, habría resultado absurdo y ridículo desde un punto de vista político, no digamos ya desde una perspectiva puramente estética. Este ejercicio de memoria lo hago desde un planteamiento introspectivo más que retrospectivo. Me interesa más analizar cómo ha influido en mí (y sigue influyendo) el variado acontecer de nuestro país, que revisar cronológicamente el devenir de nuestra democracia, que era neonata, cuando los sucesos del 23-F, se convirtió en adolescente con granos en los años que siguieron a la intentona cuartelera, pasó a ser joven con grandes ilusiones de futuro (frustradas) en los años de socialismo, se casó por dinero y se convirtió en burguesa adocenada en los años de Aznar y se ha convertido actualmente en una “vieja dama indigna”. (Me tomo la licencia de plagiar el sugerente título de la segunda parte de la espléndida autobiografía de Esther Tusquets, que, con su primera parte, “Habíamos ganado la guerra”, recomiendo vivamente a quienes lean este post.) Debo reconocer que, salvo cuando me lo recuerda la radio o la televisión, jamás viene a mi memoria de forma espontánea el 23-F. Cada vez que, por una u otra razón, aparece un reportaje sobre las “hazañas” de aquel puñado de majaderos (aunque hay majaderos capaces de matar, con lo cual pasan de la categoría de majaderos simples a la de asesinos en potencia), pienso que es muy importante que aquellas imágenes vergonzantes se sigan aireando, que no se olviden, porque, si yo, que lo viví, tiendo a olvidarlo, qué no ocurrirá con todas las personas que nacieron o eran niños en aquellas fechas. Así que, aprovechando este aniversario de la infamia, he hecho algo así como un recorrido interior, y he aislado las cosas más importantes que han sucedido en mi vida, si no como consecuencia, sí a partir de aquel 23 de febrero de 1981.
• He pasado revista a los acontecimientos de la escena política y he llegado a una serie de conclusiones: - La democracia se ha asentado, si por democracia entendemos el mero mecanismo de acudir a las urnas cada cuatro años. Si, por el contrario, entendemos “la doctrina política que se fundamenta en la participación directa del pueblo en el gobierno”, creo que estamos muy lejos de conseguirla; es más, creo que caminamos en dirección contraria. - Los personajes que participan en la escena política han perdido estatura intelectual y moral en comparación con los políticos que llevaron adelante la transición, a pesar de tener que lidiar con algunos dinosaurios salvados del hundimiento del franquismo (por ejemplo, Fraga Iribarne, Ricardo de la Cierva, Antonio Hernández Gil, Jaime Mayor Oreja, Rodríguez de Valcárcel o Blas Piñar, por citar algunos de los más representativos). Salvando escasas (aunque innegables) excepciones, los señores que manejan hoy la trama política (creo que no es inexacto llamarla así) carecen de vocación de servicio público, tienen escasa preparación intelectual, poseen un sentido ético más que dudoso y, además, tampoco exhiben grandes dotes estéticas (por ejemplo, casi ninguna sabe hablar en público si no es con papeles por delante y cometiendo cantidad de errores lingüísticos de todo tipo). - Los partidos políticos se han convertido en empresas de dudosa legitimidad democrática. Se financian de forma dudosa; eligen a los representantes para el parlamento de forma más dudosa todavía; se refugian en el pragmatismo con un alto grado de cinismo; incumplen sus promesas electorales; donde antes dijeron “digo” ahora dicen “diego” sin que se les altere el semblante. Dicho lo cual, quiero dejar constancia de que, siendo lo anterior aplicable de forma general a todos los partidos, los hay que en esta asignatura alcanzan un 5, un 6 o un 7 sobre diez, mientras que otro -y ya sabéis a cuál me refiero-, supera y rompe la table de puntuación. Detesto la teoría de la equidistancia porque me parece a todas luces injusta. Por eso, que cada palo que aguante su vela. - Es altamente elocuente que de un país como España –una dictadura militar de corte fascista y brochazos del más rancio catolicismo–, pueda decirse sin temor a equivocarse que, en estos años, el estamento que más se ha modernizado y democratizado haya sido el Ejército. Esto no hubiera podido ni siquiera imaginarlo hace treinta años. - En contraposición con lo anterior, es asimismo elocuente que el estamento que menos se ha modernizado y más se ha encastillado en sus posiciones conservadoras y filofranquistas sea el poder judicial. Ni más ni menos que el tercer poder del Estado. Ya he dicho en varias ocasiones que este es el mayor escollo para alcanzar un grado más aceptable de democracia en nuestro país. - En estos años, la izquierda ha sufrido diversas fracturas, como fue tradicional a lo largo de la historia del siglo pasado. Y “las fracturas pasan factura”. El PSOE tiene ocasionalmente algunas buenas ideas y, en general, buenas intenciones, pero cuando se pone a gobernar comete errores que le llevan a suscitar la desconfianza de la gente que normalmente debe apoyarle. En segundo lugar, es incapaz de presentar un frente unido. No defiendo con esto la uniformidad de pensamiento, que para eso ya está el PP. Quiero decir que es demasiado aparente que las diferencias dentro del partido siempre son el reflejo de rencillas personales y enfrentamientos por lograr cotas más altas de poder dentro del partido, y eso apesta. Para colmo, tiene una nefasta política de comunicación (no sabe transmitir lo que hace, aunque sea poco). Ah, y ya no tiene ideológicamente hablando nada que ver con aquel PSOE de los años 70, cuando González y compañía aún llevaban chaqueta de pana sin corbata. Izquierda Unida tiene espléndidas individualidades, pero es una jaula de grillos. No hay más que analizar las distintas siglas que la componen. Si al PSOE le sobra a veces pragmatismo, a IU le sobran planteamientos de mosca cojonera y en muchas ocasiones está dispuesta a llevar su oposición a posiciones que la hacen encontrarse en la cama con el PP. Del PP hay que hablar en capítulo separado. Del partido de la inefable Rosa Díez no hablo porque no se sabe si es de izquierdas, de derechas o de todo lo contrario. Lo que yo recuerdo nítidamente es a una Rosa Díez resentida con su ex partido por no haber sido elegida Secretaria General, yendo de tertulia radiofónica en tertulia radiofónica para poner a sus todavía compañeros como chupa de dómine y soltar las mayores burradas contra su todavía partido, mientras seguía cobrando un maravilloso sueldo como parlamentaria europea en representación del PSOE, cuando lo que debería haber hecho, si de verdad pensaba lo que decía, era haber presentado de inmediato su dimisión. ¡Y ahora es uno de los políticos más valorados del país! Cosas veredes, Sancho... - En estos años, la derecha-derecha, sobre todo a partir del fracaso del 23-F, quedó sumida en una situación de vergüenza y oprobio, y tuvo que encerrarse en las catacumbas. Durante años, la gente de derechas ocultaba su tendencia ideológica. Luego llegaron las horas bajas del gobierno socialista y, con su lidercito al frente, empezaron a sacar pecho, a insultar en el Parlamento, se hicieron con la prensa y, finalmente, con el poder. Hoy, la derecha ha salido del armario. Hoy, ser del PP equivale a admitir públicamente y sin el menor rubor que el franquismo no fue tan malo, e incluso que tuvo muchas cosas positivas y que, por supuesto, no se puede dejar que un juez hijo de puta como Garzón se ponga a investigar los supuestos e indemostrables crímenes (cometidos para limpiar el país de rojos indeseables); que lo importante, por encima de todo, es “hacer pasta”, cueste lo que cuesta y caiga quien caiga; que los inmigrantes extranjeros (de mierda) han invadido el país y están acaparando todas las ayudas, incluso con derecho a la asistencia médica de la Seguridad Social (¡fíjese usted!); que es una vergüenza que los maricones y las tortilleras puedan casarse; que hay que regresar a los valores firmes y seguros del catolicismo, pues en la iglesia tenemos el mejor aliado para preservar nuestra moral y nuestros valores; que el separatismo es todavía una lacra que amenaza la unidad de nuestra patria, y que, por eso, los peores enemigos son los vascos y los catalanes, a los que hay que meter en cintura a hostia limpia, único idioma que entienden aparte del catalán y el vascuence; que la mejor educación es la que se recibe en los colegios privados (los públicos deberían quedar sólo para los pobres y para los hijos de los sudacas, los moros y los chinos); que el PSOE está pactando con los asesinos de ETA; y, por encima de todo, que Zapatero es un inútil, un mentiroso, un imbécil y, sobre todo, un hijo de puta, y que esto es algo que hay que repetir en cualquier lugar y en todo momento para que se grabe en la mente de la gente… Ya se sabe que las cosas que se repiten incesantemente acaban convirtiéndose en una realidad generalmente aceptada. En suma, que la derecha ha perdido el rubor y se ha hecho (y hablo en general, claro) más cavernícola, más deslenguada, más radical. Es una derecha mucho más próxima a la antigua Alianza Popular de Fraga que a la fenecida UCD de Suárez. - En estos 30 años, hay otro estamento que se ha degradado hasta extremos inconcebibles: el de la prensa. La labor informativa ha quedado totalmente amortizada a favor de un periodismo militante, desinformador y manipulativo. Produce una tremenda añoranza recordar unos tiempos que ya no volverán, en los que florecieron publicaciones hondamente comprometidas con la defensa de las libertades, de la democracia, de la honradez informativa (Triunfo, Cuadernos para el Diálogo...). Hoy día, asomarse simplemente a los titulares de El Mundo, La Razón, ABC y no digamos, La Gaceta, o escuchar la COPE o ver Telecinco o, aún peor, Telemadrid, es verse sometido a un bombardeo de basura, desinformación y falsedades. Voy a dar un ejemplo de manipulación, falsedad y desinformación. En uno de los periódicos arriba mencionados y que jamás compro ni compraré, he visto hoy en el quiosco mientras compraba El País, debajo de un titular sobre el 23-F una entradilla que decía más o menos lo siguiente: “Hoy recordamos el condenable intento fallido de golpe de Estado. Pero dos años después hubo otro 23-F, un golpe de Estado financiero del gobierno socialista contra Rumasa” Decir esto en un periódico es una infamia y una indecencia. Decirlo una semana después de conocerse la segunda hazaña financiera de la familia Ruiz-Mateos, con miles de inversores estafados significa que el redactor jefe (y la empresa propietaria del periódico (¿panfleto?), además de ser un infame y un indecente es un perfecto imbécil. - La iglesia también había mostrados signos de debilitamiento en los primeros años de la transición y la democracia, pero no olvidemos que es una institución que podemos ignorar o despreciar, pero cuya inteligencia y capacidad de supervivencia nunca debemos desdeñar. Los jerarcas de la iglesia son muy amantes de la metáfora del junco, planta que, cuando hay viento fuerte, se doblega, agacha la cabeza, y espera a que el viento amaine para recuperar su verticalidad. En estos momentos, como consecuencia de la incapacidad de los distintos gobiernos socialista para denunciar el Concordato y eliminar las aportaciones del Estado a las arcas eclesiásticas, tenemos de nuevo una iglesia arrogante, atrevida e irrespetuosa, que se arroga derechos de los que carece para exigir cosas que quedan fuera por completo de su supuesto terreno espiritual (por si no lo habíais captado, lo de “espiritual” era una ironía). Por cierto, ¿a nadie le parece una ignominia que en pleno siglo XXI se siga ofreciendo los domingos por la mañana la misa en TVE1, cadena que se financia con dinero público? ¿Hasta cuándo? Podría seguir con otras consideraciones, pero mis pensamientos no me han llevado mucho más allá. Sinceramente, he realizado un ejercicio más de nostalgia que de verdadero análisis. Decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, aparte de una tontería como un templo, es una forma de llevar esa nostalgia a sus más extremas y falsas consecuencias. En los tiempos pasados hubo de todo: cosas mejores y cosas peores. Y en los venideros, igual. La sociedad española ha mejorado en muchos sentidos, pese a la actual situación económica, que afecta sobre todo a los que tienen la desgracia de estar en el paro. Pero hay muchas cosas que han empeorado, sobre todo nuestras costas y la contaminación del medio ambiente, por poner dos ejemplos muy destacados. Ah, sí, y la degradación da la convivencia social a cuenta de las discrepancias políticas, aspecto que considero extremadamente importante, por lo que lo coloco como colofón de estas reflexiones surgidas con motivo del 23-F.
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