Esta mañana, mientras me afeitaba, escuchaba el programa matinal de la cadena SER. Alterno la SER y RNE de forma casi constante y os explico la razón. Cada vez que el periodista de turno, cumpliendo escrupulosamente con su obligación profesional, cede el micrófono a alguien a quien no me apetece escuchar –razones para provocar mi “inapetencia” hay muchas y no voy a hacer aquí un listado exhaustivo–, cambio del 585 al 810 del dial, o viceversa. Esto, por las mañanas, en horas de aseo. Terminados mi ducha y afeitado y más que satisfecho mi apetito informativo, mi fidelidad se la reparten por igual la Radio Clásica y Radio 3. Por supuesto, jamás escucharía otras emisoras. A ciertas edades, hay que tener cuidado con lo que se consume, que, hoy día, hay mucha basura en el mercado. ![]() Como digo, escuchaba la SER –sé que era esta emisora y no la otra porque de repente han comenzado a dar anuncios pero, como estaba bajo el chorro de agua tibia, no he podido cambiar a RNE– y a mis oídos ha llegado un anuncio en forma de escena dialogada. No he podido evitar escucharlo pese a que me tengo absolutamente prohibido escuchar todo tipo de publicidad. Hablaban supuestamente dos secretarias de una empresa con un empalagoso tono de personas trabajadoras y eficientes. Si alguien conoce el anuncio, que me perdone por la probable inexactitud del diálogo que transcribo, aunque estoy seguro de que reproducen fielmente la intención de las dos protagonistas. - ¿Te has enterado? Dicen que ha llegado el nuevo jefe. - Sí, dicen que es muy joven… (tono tontamente admirativo) - Sí, y muy preparado y trabajador, y con muchas ganas de hacer cosas nuevas (tono aún más tontamente admirativo) - Pero hay un problema. Dicen que solo habla inglés… (en este momento, se recomiendan unas clases de inglés de resultados milagrosos e inmediatos) ![]() Nadie ha hecho el menor comentario sobre este anuncio, lo que me hace sospechar que la gente lo encuentra absolutamente normal. Es más, alguno pensará: “Si es que, sin inglés, no se va hoy día a ninguna parte”. Claro, pero ocurre que en la situación del anuncio de marras, nadie va a ninguna parte; por el contrario, es un jefe (extranjero) quien supuestamente viene a España. Y uno se pregunta. ¿No sería normal que alguien que viene a España a gestionar una empresa hable español? ¿Sería imaginable que un español que no hablase inglés, francés o alemán fuera invitado a ocupar un puesto gerencial en, digamos, Inglaterra, Francia o Alemania? Soy, siempre he sido, un firme defensor de la importancia del aprendizaje de idiomas. Ello es lógico, puesto que soy filólogo, y lo soy por vocación (aunque la filología fuese mi segunda vocación, muy por detrás de la que siempre fue mi primera y gran vocación, que se vio casi totalmente frustrada: el teatro). Estoy convencido de que el aprendizaje de los mecanismos de otras lenguas enriquece nuestra mente de muy diversas formas: - potencia la memoria; - favorece la claridad de expresión de nuestras ideas; - nos ayuda a entender y manejar con corrección nuestro propio idioma, pues el dominio de varias claves morfológicas y sintácticas simplifica y aclara el comportamiento de la lengua materna (razón por la que siempre he defendido y defenderé el estudio del latín); - abre nuestra mente a otros comportamientos y otras formas de pensar, ya que la lengua, además de vehículo de comunicación, es reflejo del espíritu de una nación, lo que nos ayuda a ser más comprensivos, tolerantes y universalistas , y menos cerrados dentro de nuestras pequeñas fronteras mentales y “nacionales”; - nos permite saborear las obras de escritores extranjeros con total autenticidad, liberándonos de la necesidad de recurrir al instrumento intermedio de la traducción, que, si es buena, nunca es tan buena como el original y, si es mala, resulta aborrecible y mentirosa, y siempre traiciona la verdad del original. ![]() Siendo verdad todo lo anterior, me rebelo contra ese espíritu de provincianismo subordinado (o de subordinación provinciana) ante el idioma del imperio, aunque me rebelaría ante cualquier otro idioma que tratara de imponerse por la fuerza de los dólares, o, como estaría de actualidad decir hoy día, por la exigencia de los mercados. Con frecuencia se ha achacado a nuestros gobernantes su escasa preparación en el campo de los idiomas. Siendo esto cierto –allá ellos con sus carencias–, niego la mayor, pues sólo se achaca el fallo a los nuestros, mientras que se entiende con irrazonable comprensión que los estadistas que nos visitan requieran la ayuda de un intérprete para comunicarse con los políticos españoles. ![]() Sería partidario de que todo el mundo fuera capaz de manejarse con soltura, como mínimo, en otro idioma. Lo ideal sería en dos, aparte del propio. Y no hablo del falso concepto de bilingüismo porque, salvo en casos absolutamente excepcionales de personas con una innata facilidad para los idiomas, el bilingüismo real sólo se logra cuando, desde la primera infancia, se da una auténtica inmersión en paralelo en dos idiomas. De educación bilingüe suele hablar con desparpajo gente que no tiene ni idea del tema, como la señora Aguirre, que presume de la implantación de colegios bilingües en la comunidad, cuando lo único que hace es poner unas clasecitas de refuerzo de inglés con profesores a menudo escasamente preparados. Me imagino que, con sus nuevas políticas de “ahorro”, estas clases desaparecerán, salvo en los colegios privados, que gozan de su especial amor y protección. Hay que fomentar el aprendizaje y la práctica de los idiomas extranjeros. Y no sólo el inglés, por supuesto. Lo que me parece absurdo, ridículo y un tanto despreciable, es que se recomiende el estudio del inglés para poder dar satisfacción a un jefe que llega a España a dirigir nuestro trabajo y no sabe hablar español. No es el anuncio lo que me saca de quicio; después de todo, es solo un anuncio. Lo que me exaspera es lo que en el fondo refleja.
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