Debe de ser, casi con toda seguridad, que mi ignorancia en el terreno de los asuntos económicos es de tal magnitud, que me impide comprender –qué digo, es que no me permite ni siquiera vislumbrar– las profundas razones que explican (seguro que lo hacen) la noticia que ayer leía en el periódico y que me dejó sumido en la más honda perplejidad. Hete aquí la noticia: Telefónica ganó 10.167 millones, el mayor beneficio obtenido por una empresa española La operadora logró en 2010 un resultado récord, un 30,8% más que en 2009, gracias a la compra de la brasileña Vivo. ![]() ¡Escalofriante! ¡Inimaginable! ¡Sorprendente! ¡Sobrecogedor! ¡Alucinante! ¡Abracadabrante! ¡Desconcertante! Podría seguir añadiendo adjetivos, pero creo que, con los que anteceden, os he puesto en situación de comprender el estado de ánimo –confusión, perplejidad– en que me ha sumido la noticia, que, por lo que parece, no ha causado ninguna conmoción entre la población, pues no veo la menor manifestación de inquietud intelectual o inestabilidad emocional entre la gente con la que me cruzo por la calle, la cual supongo que debería estar, como yo, boquiabierta. Cuando hoy he comprado el periódico en el quiosco de mi urbanización –antaño progresista, hogaño voraz consumidora de la prensa bazofia que abarca de La Razón a La Gaceta–, la gente, cuando se saluda e intercambia sabias opiniones mañaneras, sigue con lo de siempre: “Ya le queda poco al hijoputa; esto se le acaba.” “¿Te refieres a Zapatero?” “A quién, si no.” “Sí, hija, qué ganas de que se vaya de una vez, a ver si nuestro Mariano recompone este país…” “¿Los chicos, bien?” “Sí, muchas gracias, bueno luego tomamos unas cervecitas, ¿no?” “Claro, a la salida de misa.” “Pues eso. Ciao, guapa. Por cierto, no sé qué te has hecho en el pelo, que te veo monísima.” Y otras cosas por el estilo. Pero no he escuchado ni una sola frase referida a la noticia arriba reseñada. ![]() ¿A nadie le llama la atención que en plena crisis económica, en un año de caídas masivas en las cifras de empleo, cuando todas las empresas se quejan de que van de mal en peor y que no pueden crear puestos de trabajo porque esto les haría perder dinero, haya una compañía en el país cuyos beneficios hayan crecido más de un 30 por ciento, con unas ganancias de más de 10.000 millones de euros? Dando por hecho que ese dinero procede de lo pagado a Telefónica por sus abonados (después de descontar todos los gastos operativos, fijos y variables), ¿no es normal imaginar que los precios que cobra la compañía son, no ya un abuso, sino latrocinio puro y duro? ¡¡¡10.000 millones de euros!!! En cierta ocasión, me puse a contar dinero (por supuesto, dinero virtual), y creo que a partir de 365.000 euros se me comenzaron a cruzar los cables y a nublar la vista, y ya no pude seguir. Y eso que, como digo, era dinero virtual, del Monopoly concretamente. Probablemente, obtener unos beneficios de esa magnitud sea legal; dudo mucho que sea lícito; estoy plenamente convencido de que es inmoral. Es imposible ganar todo ese dineral de forma ética y decente, sobre todo cuando Telefónica ha anunciado que, pese a estos resultados, tiene intención de llevar a cabo un “ajuste de plantilla”, lo que quiere decir que a sus empleados les va a “ajustar la horma del zapato”. ![]() Conforme vuelvo de camino a casa con el periódico bajo el brazo, me paro a pensar en el historial del presidente de Telefónica y creo vislumbrar un principio de explicación para tamaño dislate económico. ¿Recordáis a César Alierta? Los demócratas aragoneses –en especial los zaragozanos– seguro que no han olvidado quién este señor. César Alierta forma parte de una saga familiar que hunde sus raíces en el franquismo (su padre, Cesáreo Alierta fue alcalde de Zaragoza cuando los alcaldes eran personas elegidas a dedo por el dictador, y en una época en que los apellidos de la docena de familias poderosas y de derechas de la ciudad se cruzaban y entremezclaban, en matrimonios celebrados por el excelso arzobispo Casimiro Morcillo (que seguro que en gloria no está, si la gloria existe), para mantener a buen recaudo capitales y privilegios. Recuerdo a Alierta de mi época en la Universidad de Zaragoza, yo como alumno de la Facultad de Filosofía; él de la de Derecho. Ahí terminaba toda posible coincidencia. Yo era de familia humilde: mi padre un artesano encuadernador y mi abuelo, zapatero; el suyo, ya lo he dicho, alcalde. Y en aquella época, esas cosas marcaban un huevo (mejor dicho, marcaban los dos). Alierta comenzó su triunfal carrera de la mano de papá y tirando de apellido: Banco Urquijo, Beta Capital, Tabacalera. En esta última es donde, en 1997-1998, logró su “momento de fama”, no, como sería de esperar, por su excelente gestión como presidente, sino como perfecto ejemplo de delincuente de guante blanco español. Resumiendo, Alierta se aprovechó de la información privilegiada de que disponía como presidente para adquirir un paquete de acciones que, en su venta posterior, le permitieron ganar a él, a su mujer y a su sobrino (de apellido Placer) la nada despreciable suma de 1,8 millones de euros (cantidad que yo no gano todas las semanas). Hubo denuncias, se inició un proceso judicial y, como ya es habitual en España, la instrucción se demoró lo suficiente para que, al llegar el momento del juicio el delito ya hubiera prescrito. ¿Os suena? La derecha echó las campanas al vuelo: “¡Es inocente!” La derecha de este país siempre confunde prescripción del delito con inocencia. Pese a haber ido a los más caros colegios de pago, hay temas que no les entran en la cabeza. ![]() Pero no hay delito, presunto o real, que ponga freno a los políticos de la derecha española a la hora de premiar a sus amigos, sus fieles y sus palmeros. En 2000, Aznar premió a Alierta con la presidencia de Telefónica, tras ser esta debidamente privatizada por su entonces amigo, el casquivano Juan Villalonga, que, por cierto, también se forró de millones y se largó a Estados Unidos, mucho más rico de lo que ya era y estrenando mujer nueva (bueno, estrenar, estrenar, no sabemos; quiero decir que Villalonga cambió de conyuge). De lo anterior puede deducirse que Aznar es muy bueno y le encanta repartir millones y prebendas entre sus amigos; por eso hay tantos que quieren ser amigos suyos, no me extraña. Más tarde, ya a finales del pasado 2010, pasados 13 años del juicio y del ya olvidado escándalo (la velocidad vertiginosa de la justicia española causa asombro en medio mundo; en el otro medio se mueren de risa), el Tribunal Supremo dictaminó que, efectivamente, el delito había prescrito, pero que delito lo había habido sin lugar a duda; por consiguiente, puede afirmarse sin riesgo a cometer injuria que el señor Alierta es un delincuente que en su momento se salvó “por la campana”. Decía la sentencia: “El Supremo considera probados los hechos y estima que constituyen un delito de abuso de información privilegiada. No obstante, declara extinguida la responsabilidad penal de Alierta porque entre el momento en que se consumó el delito y la tardía presentación de la querella contra él pasaron más de cinco años, que es el plazo de prescripción de la infracción criminal.” Ahora, que cada cual extraiga las consecuencias que estime pertinentes. El buque insignia de las empresas españolas tiene al frente a un señor del que el Tribunal Supremo confirmó que había cometido un delito, aunque no podía condenarle por haber prescrito éste. Algo chirría en nuestro sistema judicial (aparte de un buen número de jueces). Pero lo que está claro es que una persona que es capaz de afanarse cerca de dos millones de euros para sí mismo y para su familia más cercana está perfectamente dotada para favorecer con sus dotes de mago de las finanzas a la empresa que preside y a sus accionistas. Lo que ya no me queda tan claro es si una persona con sus antecedentes está moralmente capacitada para ocupar su puesto. Me gustaría plantear algunas preguntas que, seguramente, no tendrán respuesta. - ¿Es admisible que una empresa de la importancia de Telefónica esté gestionada por un personaje como Alierta? - ¿Es admisible que una empresa tenga un aumento del 30% en sus beneficios en un año de profunda crisis económica? - ¿Cuál sería la reacción de los miles de papanatas con enormes tragaderas que hay en este país si alguien les explicase, en términos sencillos y en un lenguaje comprensible, los recovecos, las argucias, los engaños, las maniobras sucias e inconfesables que han permitido a Telefónica lograr los enormes beneficios de 2010? - ¿Por no se controlan estrictamente las tarifas y las condiciones comerciales de estas empresas? ¿Qué oscuros intereses se están protegiendo? - ¿Han olvidado los españoles quién fue el gobernante que privatizó todas las empresas más rentables del patrimonio industrial del Estado (Argentaria, Endesa, Repsol, Indra, Tabacalera y Telefónica), haciendo con ellas un generoso obsequio a algunos de sus amigos e íntimos? - ¿Han olvidado los españoles quién fue el gobernante que, antes de privatizar esas empresas y haciendo uso de la “acción de oro”, colocó en la presidencia de dichas empresas a sus más fieles escuderos, los cuales, de forma más o menos legítima, se hicieron todos multimillonarios? - ¿Por qué nadie le pregunta a Telefónica (a Alierta) la razón de su empeño por multiplicar las torres de antenas de telefonía sin hilos, y la renuencia a invertir decididamente para cubrir el territorio nacional con una completa red de fibra óptica? Procede aclarar, como apéndice a esta pregunta, que la telefonía sin hilos implica un consumo energético muchísimo mayor que la fibra óptica, con unos resultados de calidad muy inferiores. Estas y otras preguntas serían pertinentes. Ya sé que acostumbro a cerrar algunos de mis posts planteando interrogantes. Alguien puede decir: ¡así yo también! Lo cierto es que, en muchos asuntos, tengo más lagunas, interrogantes y dudas que certidumbres. Supongo que igual que la mayoría de la gente. Post scríptum ![]() Antes de cerrar este post, quiero contaros una conversación escuchada esta misma tarde dando un paseo por los jardines de mi urbanización. Juro que no traté de ser un chismoso. Las voces llegaron nítidas a mis oídos, no por mi empeño en enterarme de asuntos ajenos, sino por el empeño de algunas gentes en dar a conocer sus opiniones a quien quiera oírlas (y también a quien no quiera). - ¿Has visto la última del Zapa? - ¿Qué ha hecho esta vez el comemierda ese? - Lo de los 110 km por hora en autovías. - Ah, no me digas que va a reducir más aún la velocidad. - Sí, para ahorrar energía…, ¡el muy soplapollas! - Pero si ahora, a 120, tienes que ir metiendo el freno, porque yo al menos, con el BMW, en cuanto me descuido se me pone a 160. - Hombre, pero si es lo natural. ¿Qué tendrá que ver eso con el ahorro energético? - Eso lo quiere hacer para recaudar unos cuantos millones en multas - Seguro. Y siempre sacándole el dinero a los mismos, o sea, a nosotros, para dárselo a los de siempre, o sea, a moros, sudacas, rumanos y toda esa gentuza que nos ha invadido. Y, claro, tratándose de un tema de tráfico, ya sabes de quién ha sido la idea. - ¿Del Rubalcaba? - Pues claro. Ahora está subidito, con eso de que dicen que va a sustituir al Zapatero… - Pues apañados estamos. Ese sí que es un cabronazo en toda regla. Porque al menos el Zapatero es tonto del culo, pero el Rubalcaba…, ¡es para echarse a temblar! Aquí perdí la onda.., o sea, que me alejé para no seguir escuchando y terminar vomitando.. ¡Hay que ver, cómo está el país, el paisaje y el paisanaje! |
Archives
April 2022
|