El domingo ofrece ese respiro tan útil para la necesaria reflexión (aunque sólo sea semanal, que ya se sabe que “una vez a la semana, cosa sana”, y no sólo en el terreno de la vida sexual). Trataba yo esta mañana de analizar cuál era el asunto que más me había hecho pensar, de los acaecidos en los últimos 7 días. La respuesta era obvia e inequívoca: lo sucedido en Egipto y lo que está por suceder en todo el mundo árabe y musulmán. Pero había algo en mi mente que, por alguna curiosa razón, estaba insatisfecho. Ya sabéis, hay ocasiones en que un pensamiento, un runrún interior te desasosiega, no tanto por su entidad como por el hecho incómodo de no ser capaz de extraerlo a un estado de conciencia. Así que cambié el método de búsqueda transformando la pregunta que me había planteado, de “cuál era el asunto que más me había hecho pensar” a “cuál era el asunto que más me había dado que pensar”. ¡Y ahí estaba, nítido e inteligible! ¡El hecho que me había dado que pensar, que me había causado desazón, desasosiego…, cabreo y mala leche, para qué vamos a emplear eufemismos! Se trataba de la visita a Guinea de una representación de parlamentarios españoles, o sea, un grupo de representantes de mi país y, por extensión, de mi humilde persona, en tanto que contribuyente. ![]() ¿Cómo es posible –me decía una y otra vez al leer, incrédulo, la noticia– que España envíe una misión parlamentaria a Guinea, país africano regido por un fantoche inculto y sanguinario, un dictadorzuelo formado a las ubres de Francisco Franco en la Academia General Militar española en los años 60, que derrocó con un golpe de estado y mandó fusilar a su tío, Francisco Macías Nguema –otro matón implacable en cuyo haber está el indigno mérito de haber causado la muerte de decenas de miles de guineanos–, y que ha impuesto, a lo largo de los más de treinta años que lleva en el poder –mediante el socorrido sistema de amañar las elecciones para obtener el noventa y tantos por ciento de los votos–, un régimen de terror, una absoluta violencia política y el expolio generalizado de las riquezas del país. Tan sólo el pasado mes de agosto de 2010, el régimen de Nguema ejecutó a cuatro opositores a su gobierno, a los que previamente había ordenado secuestrar en el vecino Benin, donde vivían como refugiados. Ello, sin contar –peccata minuta– los cientos de millones de euros que él y su familia tienen a buen recaudo en distintos paraísos fiscales (pero también en lugares más transparentes, como Canarias), mientras el pueblo guineano vive en la más absoluta miseria. No obstante, algunas actividades de estos insaciables cleptómanos han saltado a la luz pública con todo detalle: su hijo Teodoro, ministro (faltaría más) de Agricultura y Bosques, compró hace cuatro o cinco años una lujosa mansión en California, valorada en unos 35 millones de euros. Evidentemente, la respuesta a nuestra (su) visita es que en Guinea hay petróleo. ¡Qué tranquilo me siento sabiendo que mis parlamentarios van a defender los intereses de las empresas petroleras españolas y a evitar que todos los beneficios de la exploración y explotación vayan a parar a las impúdicas manos de empresas extranjeras! ¡Ah, sí, y otra cosa aún más importante! Una vez más, van a defender el español, a evitar que Guinea acabe en el área de influencia del África francófona. Van a conseguir que en el marco de la Unión Africana, el español sea uno de los idiomas oficiales. ¡El gozo que en mi espíritu provoca esta noticia casi me lleva al éxtasis! Ya se sabe cómo son nuestros vecinos gabachos, que esos sí que no tienen el menor empacho en estar allá donde puedan sacar tajada (la frase no es mía, sino, implícitamente, de quienes tratan de justificar la vergonzosa actuación de España en Guinea, desde el día de su independencia hasta hoy). Digamos, antes de que alguien pueda tomarme en serio, que la importancia de Guinea para las empresas españolas es absolutamente ridícula, por no decir inexistente. Por consiguiente, debo de ser tremendamente lerdo porque no se me alcanza cuáles son los beneficios de esta incomprensible embajada colegiada. Encabezados por el preclaro presidente de la Cámara, con su cabellera de pelos entretejidos y primorosamente teñidos de castaño joven (tierno), allá se me fueron los arrojados representantes del cuerpo legislativo español con un mensaje personal del rey (¡otra que tal!) para don Teodoro, felicitándole por haber sido nombrado presidente de turno de la Unión Africana. Debo decir que, en esta ocasión, ha sido Izquierda Unida quien ha sabido adoptar una postura de dignidad al negarse a acompañar a la misión oficial en tan lamentable encomienda. Una vez en plena ejecución del lamentable papelón, el señor Bono no se recató de decir sandeces. Claro, si a uno le queda un mínimo sentido del pudor, en una situación así sólo le cabe o bien formular frases vacías de contenido o decir barbaridades. Entre otras lindezas, dijo don José Bono que "no se puede ignorar lo que nos une, que es muchísimo más que lo que nos separa". Espero que lo dijera en su nombre y el de su familia, no en nombre del conjunto de los españoles. Al menos a mí, afortunadamente, no me une nada en absoluto con semejante personaje y me separan muchas cosas: respeto por el ser humano, sentido de la dignidad, honorabilidad, decencia… ¡casi nada!. Por tanto, desde estas humildes líneas, ruego al señor presidente de la Cámara que rectifique o que aclare el significado de su efusividad diplomática. Mientras tanto, en España, la ministra de Asuntos Exteriores, que había dado su visto bueno a la visita, a modo de justificación de lo injustificable, se decantó por una de esas frases sin significado tan del gusto de los políticos cuando no quieren, no saben o no pueden decir lo que de verdad piensan…, o sea , una frase sin pies ni cabeza: "La diplomacia parlamentaria forma parte de la fórmula que a nivel internacional utilizamos para relacionarlos unos con otros". Bien, analicemos la frase. A nivel ámbito internacional (no debe decirse “a nivel”, pues lo internacional no es un nivel, sino un ámbito) utilizamos una fórmula para relacionarnos unos con otros (debería explicar cuál es esa fórmula, si es que existe) y la diplomacia parlamentaria (¿y eso qué es lo que es?) forma parte de dicha fórmula. Bien, pues, después de analizar la frase, incluso sintácticamente, sigo sin entender a la ministra. En el grupo visitante, aparte de Bono, estaban Josep Antoni Duran (CiU), Álex Saez (PSOE) y Gustavo de Arístegui (PP). No sé quién pagó el viaje, pero en casa y en silencio habrían estado más guapos. Pero, puesto que nadie puede decir que de esta agua no beberé (o he bebido), y por si a alguien le sirve de consuelo aquello de “mal de muchos…”, ved en las fotos que añado más abajo que de estas indignidades no se libra ni el Tato. Eso sí, puestos a decir maldades, ¿a que algunos personajes de esas fotos se muestran mucho, pero que mucho más sonrientes y complacientes (complacidos) que otros? ¡Fijaos bien, que no tiene desperdicio! Mañana, día de San Valentín, trataré de insertar un post dedicado al amor, con una reflexión que me han inspirado los programas de RNE y la SER de este domingo. Y a quien le gusten esas chorradillas (con perdón), ¡feliz san Valentín!
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