Culpa achacable a Podemos He subrayado la necesidad de abandonar indebidas actitudes dogmáticas. Por ello, pese a que me declaro partidario, inscrito y votante de Podemos, comenzaré por considerar qué parte de culpa cabe achacarle al partido morado para que nos encontremos a punto de celebrar (qué palabra tan inoportuna) nuevas elecciones. Y la mejor forma de llevar a cabo tal consideración consiste, creo yo, en imaginar qué pudo haber hecho Podemos, y no hizo. Y solo hay una respuesta. En efecto, Podemos pudo haber aceptado la única salida que le dejó el PSOE de concederle un voto favorable ces decir, regalarle la investidura— sin exigir para ello nada a cambio. Seguro que ya hay quien trata de atajar mi argumento diciendo que Podemos podía haber aceptado la propuesta de una vicepresidencia y dos ministerios que le hizo el PSOE en un momento determinado. Es cierto. Pudo haberlo hecho. Más adelante, trataré de analizar todo ello cuando revise todo el supuesto “proceso de negociación” entre los dos partidos. De hecho, yo, a título particular, pienso que haber dado el voto a Sánchez sin contraprestación ninguna a cambio no habría sido una decisión excesivamente aciaga. Eso le habría permitido pasar abiertamente a la oposición, desde donde habría podido convertirse en una especie de mosca cojonera de un gobierno que, visto lo visto hasta ahora, no parece dispuesto a implantar medidas auténticamente de izquierdas y, por el contrario, trata de no soliviantar en exceso a los poderes fácticos, que todos sabemos cuáles son. Que a mí no me pareciese una idea del todo mala ni descabellada no quiere decir que fuera la respuesta idónea. Y ello por dos razones: la primera, que Podemos representa a casi cuatro millones de votantes, cuya ideología es de todos conocida (sobre todo es conocida de la derecha económica materializada en el IBEX y la banca), y desoír los deseos de transformación socioeconómica de dichos votantes sería de todo punto incomprensible y suicida. La segunda razón es que, le pese a quien le pese y por mucho que se quiera acusar a la cúpula directiva de Podemos de actuar con desprecio de las normas democráticas, Podemos se atiene siempre a una escrupulosa obediencia a las decisiones que, en las correspondientes consultas, toman sus miembros inscritos en una votación transparente. Y éstos habían dejado muy claro que, si el PSOE no aceptaba llegar a un pacto basado en una coalición (en el grado que fuera posible), Podemos debía abstenerse. Y eso es lo que hizo. Culpa achacable al PSOE Comenzaré por decir que estoy convencido de que el PSOE no tuvo nunca la menor intención de alcanzar un acuerdo de coalición con Podemos. Lo que sí le ha interesado al partido socialista es que, a ojos de la población, quedase muy claro que quien creaba obstáculos, quien obstruía, quien anteponía sus “ambiciones” políticas a los intereses de la población, era Podemos. Para conseguirlo iba a contar con la valiosa, con la inapreciable colaboración de los medios de comunicación. Ya ocurrió en 2016, cuando se frustró la anterior posible investidura de Sánchez al desdeñar el pacto con Podemos y anteponer su incomprensible oferta de coalición con Ciudadanos (con generosa y espontánea oferta de una Vicepresidencia al “izquierdista neoliberal” Rivera, poniendo al partido morado en la tesitura de abstenerse o hacer el ridículo aceptando el papel de Cenicienta del cuento. Alguna lección debieron de aprender los militantes del PSOE, quienes la noche de las pasadas elecciones gritaron en Ferraz una consigna clara e inequívoca: “¡Con Rivera, no!”. Y si no era con Rivera, solo podía ser con Podemos, puesto que era la única formación que le ponía a Sánchez la presidencia al alcance de la mano. Un paso adelante y dos pasos atrás Si la exigencia de sus votantes, emitida a gritos, le ponía a Sánchez en un brete, se trataba de disimular y de ir dando los pasos adecuados para que, al final, el resultado fuera el que tanto él como el resto de la cúpula del partido querían sin crear disensiones dentro del partido (pese a lo cual, me consta, ha habido deserciones y bajas de militantes, que no se han tragado el bulo del bloqueo podemita). Voy a intentar desglosar, un poco paso a paso, las distintas fases que ha atravesado este intrincado proceso. Parto de la base de que también estoy convencido —y habrá quien me diga, con razón, que esto es una opinión— de que el proceso que voy a detallar ha sido pensado y minuciosamente planteado por el asesor áulico de Sánchez, Iván Redondo, de quien sería como mínimo absurdo y aventurado sospechar que tuviera la más mínima tendencia política de izquierdas. Comienzo mi relato a partir del momento em que se inicia la campaña electoral.
- Ministerio de Sanidad con la mayoría de competencias transferidas a las CCAA - Dos subsecretarías reconvertidas en Ministerios. - Vivienda, dependiente de Fomento y Economía - Igualdad, dependiente de Presidencia En otras palabras: prácticamente ninguna competencia real Se trataba de mantener a Podemos alejado de toda posibilidad de influir en temas de auténtico calado político, sobre todo, tal como Podemos solicitaba, en el ámbito laboral. En ese momento del debate, (y esto se puede consultar porque está grabado) Unidas Podemos pide un receso para negociar. La señora Batet, presidenta del Congreso, avisa al PSOE de esta solicitud, pero Pedro Sánchez responde: "No, ni hablar". Y llega la votación. Pedro Sánchez pierde la votación. Pero lo más interesante, y esto es algo que cualquiera puede ver porque está grabado, es que Sánchez se levanta sonriente haciendo bromas y comentarios aparentemente divertidos con Carmen Calvo y Borrell. Parece que no haber sido investido no le ha causado la menor contrariedad.Hay dos temas que, para mí, quedan abiertos a discusión. El primero es si Podemos debió conformarse con lo que planteaba el PSOE, tras el esfuerzo público y evidente desarrollado por los diputados socialistas, incluido el propio Sánchez, para ningunear y humillar a su “socio preferente” en el Congreso de los Diputados. Queda esto abierto a la libre opinión de cada cual, según sus propio y respetable criterio. Habrá quien piense que la actitud de Podemos fue coherente, quien crea que fue obstruccionista. Cada cual es libre de opinar como desee.Pero lo segundo que, en mi opinión, queda claro es que el PSOE “se esforzó” por conseguir que Podemos no les diera su voto y que apareciese ante la opinión pública como el culpable del bloqueo. Pero el desarrollo de los acontecimientos parece demostrar que la actuación del PSOE fue una estrategia perfectamente urdida para conseguir un objetivo claro: ir a nuevas elecciones, apoyándose en dos ideas básicas: unas encuestas que les eran supuestamente favorables, y el desgaste que la “actuación” con Podemos le iba a causar al partido morado, desgaste del que se beneficiaría el propio PSOE. Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que un mismo político, es decir, Sánchez, pase en unas pocas semanas de definir a Podemos como su “socio preferente” para acabar afirmando que si Podemos hubiera conseguido estar en el gobierno, “no habría podido dormir por las noches”? ¿Era un ignorante y un irresponsable cuando pensaba lo primero? ¿O era un cínico buscando ofender gratuitamente cuando dijo lo segundo? Sobre todo, es digno de destacar que, según fuentes de la propia CEOE, el 8 de agosto, en un encuentro mantenido en la Moncloa, Pedro Sánchez le dijo al presidente de la patronal, señor Garamendi, que, aunque lo iba a intentar, veía imposible el acuerdo con Podemos si éste no renunciaba al Gobierno de coalición. O sea, que el PSOE solo estaba interesado en un acuerdo de tipo programático, pero con Podemos fuera del gobierno. Y eso significa que Sánchez y la cúpula del PSOE estuvieron mintiendo a sus militantes y a la ciudadanía en general. Los detractores de Unidas Podemos acusan a esta formación de una ambición desmedida. Y yo me hago la siguiente argumentación. Los partidos políticos —todos ellos sin distinción— se esfuerzan por alcanzar el poder, es decir, por gobernar. Si aceptamos que esa lucha por conseguir el poder es una aspiración legítima. ¿por qué cuando se trata de Podemos surgen de inmediato voces que descalifican a los representantes de dicho partido, los acusan de mostrar una ambición desmedida, y el término ministerio pasa a ser reemplazado por el más peyorativo de “sillón”? Y lo peor es que los propios políticos socialistas han hecho esta acusación a los políticos de Podemos. “Solo están interesados en conseguir ministerios”, han dicho en múltiples ocasiones, dando a entender que ocupar un ministerio es, simple y llanamente, conseguir un chollo, o sea, una aspiración digna y legítima para los socialistas, pero espuria y deleznable para los políticos de Podemos. Pero, ¿acaso no desean los del PSOE ocupar “todos” los ministerios? ¿Eso sí es comprensible? Pasan los días de la fallida investidura y Sánchez se va de vacaciones sin mostrar signos de preocupación, ni por su propio partido ni por la situación de desgobierno del país. Entre tanto, UP trabaja en el mes de agosto en un documento para intentar retomar las negociaciones. Rellena de competencias los ministerios ofertados por el PSOE y presenta un programa de gobierno de 100 hojas. El PSOE ni siquiera lo lee. Solo dos horas después de recibir el documento, emite un comunicado rechazándolo. A la vuelta de vacaciones Pedro Sánchez decide llevar a cabo una serie de reuniones con la “sociedad civil”. Tras finalizar esas reuniones, el PSOE anuncia que el 3 de septiembre Sánchez presentará 300 medidas. En la presentación de estas medidas, Pedro Sánchez ofrece a UP unos puestos, fuera del Consejo de Ministros, llamados "altas responsabilidades en instituciones muy relevantes que complementan al Consejo de Ministros". La respuesta de Pablo Iglesias es pedirle a Pedro Sánchez una reunión personal entre los dos para intentar alcanzar un acuerdo que tenga más contenido que esos etéreos puestos de “alta responsabilidad”. La respuesta no la da Sánchez sino la señora Lastra, quien, desde la tribuna, le dice a Pablo Iglesias que “esto no va de machos Alfa" y rechaza la reunión entre los líderes políticos. Curiosamente, en esa misma sesión en la que Pedro Sánchez rechaza la invitación de Pablo Iglesias, el presidente en funciones le pide a Albert Rivera poder hablar con él. Una vez más, Pablo Iglesias cede. Llama a Pedro Sánchez y le ofrece un gobierno de coalición revisable al año, comprometiéndose a dar estabilidad presupuestaria y parlamentaria al gobierno, pase lo que pase. Sánchez la rechaza. Fin de la historia. Aparición del “escondido” Fallida la investidura, anunciadas nuevas elecciones, con el electorado hastiado, cabreado, con el brote “espontáneo” de las primeras encuestas, en medio del aburrimiento, la desesperanza y el abatimiento generalizados, surge la voz de un nuevo “contendiente”, hasta ese momento callado: Errejón. Sé que este es tema de otro capítulo, pero no puedo dejar de hacer mención del mismo, aunque solo sea de pasada. Es curioso el tirón que tiene Errejón entre los críticos de Pablo Iglesias. Siempre se ha querido presentar como el muchacho serio, formal, responsable. Incluso en su portada del día 26 de septiembre, ABC ofrecía una foto a toda plana de Errejón, una foto muy bien elegida (rostro amable, sonriente, mirada inocente, casi infantil, y una leyenda lanzada como un dardo: “Errejón asalta el cielo de Iglesias”. Como vulgarmente se dice, a la derecha española más rancia se le hacía el culo pepsicola. Podríamos entrar en disquisiciones largas, prolijas y posiblemente estériles acerca de quién fue el culpable de la escisión en Podemos y de la deserción de una serie de antiguos militantes que, o han abandonado el partido, o han quedado relegados a puestos sin relevancia, o se han alejado del núcleo de poder del partido. Simpatizo con Podemos pero no conozco las intrigas y tejemanejes internos, salvo lo que cuentan los medios a través de las declaraciones de unos y otros. Y esas declaraciones, las haga quien las haga, seguramente serán siempre interesadas. Sí me queda clara una cosa: en la famosa asamblea de Vistalegre 2, Iglesias tuvo el apoyo del 89% de los asistentes. Porcentaje que ningún otro político ha conseguido en una asamblea general. Errejón planteaba una estrategia política distinta —perfectamente legítima— pero que no tuvo el apoyo de la mayoría. Sus tesis políticas eran crear un Podemos posibilista y más moderado, más “transversal”, mientras que el Podemos que se impuso fue el más izquierdista de Iglesias. Pero esa fue la voluntad de los votantes. A partir de ese hecho, cada cual es libre de hacer las interpretaciones que considere pertinentes.
Queda por ver en qué medida la aparición de Errejón en la escena electoral va a tener consecuencias notables en los resultados electorales:
El día 23 de septiembre se celebró una asamblea de militantes de Más Madrid para decidir si iban a concurrir a las elecciones generales. La pregunta que contestaron los asistentes era: “¿Estáis de acuerdo con seguir adelante con la presentación de una candidatura de Más Madrid en noviembre?” La respuesta fue unánime: “¡Sí!” Pero no olvidemos un detalle. Se hablaba de Más Madrid. No obstante, al día siguiente, lunes 24, Más Madrid ya anunciaba su acercamiento y posible coalición con Compromís. El martes 25, Errejón es aclamado por la asamblea de Más Madrid (unas 800 personas) como candidato incuestionable a la presidencia del Gobierno. Pero hete aquí que ya no se habla de Mas Madrid, sino de Más País. Ya se ha transformado el nombre. La candidatura, que estaba pensada exclusivamente para la Comunidad de Madrid, adquiere categoría nacional. Errejón va al copo. Y parece ser que han encontrado el nombre apropiado. Ya no puede ser Más Madrid. Ahora tiene que ser algo más grande, más ambicioso: Más País. Pero, amigos, no os lo perdáis. Indagando se encuentran cosas curiosas. Y resulta que el dominio web de Mas País se registró hace cuatro meses. En concreto, fue dado de alta el 29 de mayo de 2019, justo tres días después de las elecciones autonómicas. Es decir, que el inocente Errejón mentía, o al menos no decía la verdad, puesto que siempre insistió en que su ambición política se centraba en la Comunidad de Madrid. Pero parece ser que tenía perfectamente planeado irrumpir en la escena nacional. Era cuestión de esperar el momento oportuno. Quiso esperar para ver el resultado de las negociaciones poselectorales, frotándose las manos a la espera de un fracaso, como así ha sucedido. Era el momento que esperaba para salir a escena como el héroe anhelado por la ciudadanía “progresista” pero no demasiado izquierdista. Todo perfectamente calculado para intentar llevar a cabo la venganza contra su antiguo amigo y correligionario, y ahora enemigo irreconciliable. ¡Cosas de la política! |
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