EL BLOG DE MIGUEL VALIENTE
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Enfoques y opiniones

de un homo civicus

¿Ya no se lleva ser de izquierdas?

3/5/2022

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      Parece que lo moderno, lo que se lleva ahora es afirmar, poniendo el mayor énfasis y convicción posibles, que los conceptos izquierda y derecha han quedado obsoletos, anticuados, y que lo inteligente y apropiado es buscar respuestas políticas en lo que se ha dado en llamar la transversalidad, es decir intentando que compartan en paz y concordia el mismo vagón patronos y trabajadores, ricos y pobres; carcas y progresistas; negacionistas y ecologistas; creacionistas y evolucionistas; militaristas y pacifistas; fascistas y antifascistas; machistas y feministas; racistas y antirracistas… Algo así hizo Franco cuando creó los sindicatos verticales, ¿no?, pero con la salvedad de que, primero, prohibió pensar y expresarse libremente. Porque, en un sistema libre, ciertas sensibilidades no pueden mezclarse con sus contrarias y convivir en armonía. Como mucho pueden compartir un espacio geográfico sin matarse, eso es todo.
      Siempre que escucho decir que los conceptos de izquierda y derecha están trasnochados, me doy cuenta de que quien afirma esto es una persona de derechas y que lo que trata de decir en realidad es que el concepto de izquierda está trasnochado; y que cuando hace semejante afirmación se está dirigiendo a alguien que le consta que es de izquierdas, y no se atreve a ser tan claro, así que reviste su falacia en una crítica generalizada a las ideologías políticas. Es los mismo que hizo Franco, cuyo pensamiento era: “Hay que olvidar las ideas, los partidos, las banderías, y seguir el camino que yo os marque, el camino del pensamiento único”.
      El ejemplo más extremo de intento de desprestigio de las ideologías políticas es el que practica la extrema derecha fascista (o pronazi), mediante la creación y propagación de un estado de disconformidad y de descontento con el “sistema” en general, mezclando y confundiendo todo, y convenciendo a la gente de que todos los políticos, todos los partidos tradicionales son iguales. Esto impulsa a la gente a “rebelarse” y asumir las tesis más ultraderechistas, según las cuales solo la patria y sus símbolos (bandera, himno, ejército) son dignos de respeto y deben ser defendidos, violentamente si es preciso.
      En realidad, las palabras izquierda y derecha no tienen en sí mismas ningún valor. Aunque no es por casualidad que la palabra izquierda provenga de la latina sinistra, en castellano siniestra y su adjetivo siniestro, que, además de equivaler a “mano izquierda”, tiene un sinfín de otros significados muy negativos: avieso, malintencionado, funesto, aciago, mientras que la palabra diestra y su adjetivo diestro, tienen siempre significados positivos: hábil, sagaz, favorable, benigno, venturoso. ¿No da la sensación de que el lenguaje refleja siempre fielmente las intenciones ocultas del pensamiento? En este caso el subconsciente social.
      Por eso, a mí, siempre me ha parecido que izquierda y derecha son dos términos que compendian y sintetizan dos formas de ver y entender el mundo, la vida, la sociedad. Luego están las docenas de variantes ideológicas de una y otra, sobre todo en la izquierda, ya que la derecha ha sido, es y será siempre mucho más monolítica en sus puntos esenciales: poder financiero, orden social, autoridad jerárquica, una reducida élite dirigente, conservadurismo social amparado en la religión…, mientras que en la izquierda, hay infinidad de tendencias, variaciones y matices, que se reflejan en distintos manifiestos, propuestas programáticas, documentos y contradocumentos, partidos, subpartidos, grupúsculos separados de previos partidos, sectores críticos dentro de partidos, cismas, reprobaciones de partidos afines y, en ocasiones, incluso puñaladas traperas.
       Por eso, que en el momento actual se esté produciendo un fuerte relanzamiento del capitalismo, no debemos extrañarnos. A mucha gente eso le da una sensación de “solidez”, frente a las grietas que parecen amenazar siempre la estabilidad de las estructuras grupales progresistas. Los partidos de izquierdas (con un mayor o menor grado de izquierdismo, se entiende, algo que va “del rosa pálido al rojo más intenso”) no parecen nunca darse cuenta de que dependen unos de otros para sobrevivir, que es la unidad lo único que puede ayudarles a mantenerse vivos y con capacidad de alcanzar el poder, y cuando digo el poder me refiero a la posibilidad de gobernar, pues el concepto de poder en la izquierda difiere mucho –o debería diferir mucho– del que tiene la derecha, que consiste en disponer de un absoluto control económico, policial, judicial e informativo.

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      Resumiendo, podríamos renunciar a los tradicionales conceptos que definen izquierda y derecha. Pero hay una serie de rasgos que van a caracterizar siempre a las personas que, a día de hoy, nos seguimos considerando de izquierdas, cualquiera que sea el apelativo que se nos quiera dar en un futuro, todo ello en un afán “modernizador”.
      Las personas que se consideran de izquierdas son aquellas que siempre:
      - se preocupan por hacer cuanto sea necesario para que este mundo sea, y siga siendo en el futuro, habitable y, por consiguiente, estarán a favor de que los recursos de los que se dispone en el Planeta se compartan de forma equitativa por todo el mundo; en otras palabras, siempre estarán a favor de la propiedad pública de bienes comunes como el agua o la energía.
      - defienden que todo el mundo tenga derecho a un trabajo digno, a una vivienda decorosa, a educación y sanidad públicas, o sea, a todas esas cosas que promete nuestra Constitución, aunque su cumplimiento deje mucho que desear, y, por supuesto, habiendo educación y sanidad públicas, están en contra de que el Estado financie cualquier actividad educativa o sanitaria de carácter privado, que solo beneficia a los grupos más elitistas y acomodados económicamente;
       - nunca dudan en defender los intereses y derechos de las minorías o de los sectores más vulnerables: inmigrantes, LGTBI, mujeres;
     - aunque comprendan que un país necesita tener un Ejército, siempre están a favor de encontrar soluciones negociadas y pacíficas para cualquier desacuerdo internacional;
      - opinan que, a igualdad de trabajo, las mujeres y los hombres deben percibir idéntico salario (equidad), y que se debe aplicar con rigor la participación equilibrada de hombres y mujeres en las posiciones de poder y de  toma de decisiones en todas las esferas de la vida a fin de compensar el desequilibrio creado durante siglos por un injusto sistema patriarcal;
       - no aceptan que puedan existir privilegios de cuna y, por consiguiente, están en contra del sistema monárquico, que consideran injusto, absurdo y anacrónico;
      - pagan íntegra y puntalmente sus impuestos, y defienden un sistema fiscal justo y equitativo, en el que las cargas impositivas se apliquen siempre en función de los ingresos y el patrimonio de las personas, tanto físicas como jurídicas;
       - están a favor de que se tomen todas las medidas que sean precisas para defender el Planeta y reducir y minimizar las consecuencias del cambio climático, incluso cuando esas medidas puedan suponer algún tipo de restricción, renuncia o incomodidad personal;
     - son fervorosos defensores del máximo desarrollo y enriquecimiento del sistema educativo y cultural, como único medio de luchar contra las injusticias y promover la igualdad entre todos los ciudadanos;
    - consideran a los gobernantes personas al servicio de los demás ciudadanos, algo así como los administradores de una comunidad de vecinos, pero nunca como ostentadores de “autoridad”;
     - cualquiera que sean sus planteamientos personales en el terreno religioso, defienden la libertad de cada cual para practicar sus creencias, pero están en contra de cualquier tipo de privilegio para un credo concreto, así como de las manifestaciones públicas de carácter religioso, y, por consiguiente, quieren que se denuncie el Concordato y que el Estado deje de subvencionar a la Iglesia católica;
      - consideran que, en caso de conflicto, los intereses colectivos de la mayoría deben prevalecer siempre por encima de los intereses particulares, sea de personas o de grupos;
      - creen firmemente en el derecho de las personas a manifestar, defender y promover sus ideas y convicciones, así como a decidir su destino, siempre de forma democrática desde el respeto a las leyes y mediante la negociación y el acuerdo;
      - creen en una Justicia que sea igual para todos, pero entienden que los delitos cometidos por las personas que ocupan puestos de responsabilidad, defraudando la confianza puesta en ellas por la ciudadanía, deben ser castigados con más rigor. Además, entienden que solo puede existir Justicia verdadera si el sistema judicial está limpio de impurezas políticas, es independiente y profesional, y actúa con la mayor transparencia y, sobre todo, diligencia, pues una justicia lenta no puede nunca ser justa.
     - piensan que las fronteras entre países se justifican tan solo por la necesidad que existe de controlar la delincuencia internacional (y un ataque de otro país es una forma de delincuencia militar), pero no entienden que sirvan para limitar el libre movimiento de las personas y, en cambio, no de los capitales. Y, sobre todo, consideran injustificable que las fronteras sean infranqueables para los que huyen de la miseria y, sin embargo, sean totalmente permeables para los millonarios y evasores fiscales.
        No es preciso señalar que esta lista no está completa, pero contiene los aspectos esenciales de lo que serviría para definir muy concisamente en qué consiste ser de izquierdas. Alguno tendrá la tentación de decir: “Pues vaya, no parece nada del otro mundo. Todo lo que se dice en la lista suena lógico”. Ojalá fuera así. Hay demasiada gente que defiende las tesis contrarias. Algunos lo hacen como defensa de sus intereses; otros, por desgracia, lo hacen para defender los intereses de otros, que, desde luego, no se lo van a agradecer. Lo que caracteriza a la gente de derechas es el mantenimiento del status quo en todos los sentidos; que no venga nadie a alterar el orden de las cosas. Por eso, por ejemplo, la derecha es firme defensora del machismo patriarcal. Y la defensa de los intereses económicos hacen que se produzca permanentemente un incremento de las desigualdades, y mientras que mucha gente se vuelve cada vez más extraordinariamente rica, aumenta si no la pobreza extrema, sí la precariedad de capas sociales cada vez más amplias.
     Para terminar, podemos decir, por ejemplo, que la globalización es un concepto que ha sido impuesto, tergiversado y canibalizado por la derecha capitalista. Porque el internacionalismo, que es la forma más limpia y generosa del globalismo, siempre fue un concepto de izquierdas. La derecha se las ha arreglado para convencernos de que la interconexión global –que es algo bueno y deseable– es exclusivamente la globalización de la economía, o sea, la implantación del capitalismo global, el control del mundo entero por parte de unas pocas empresas poderosísimas en manos de un puñado de personas (sátrapas del dinero).
       La derecha sabe manejar y conectar muy bien sus discursos.  Y eso es lo que le falta, lo que no sabe hacer la izquierda
: enlazar su discurso. La izquierda debe aprender a unir el concepto de socialismo con los de solidaridad, libertad (no solo de mercado), justicia, equidad, feminismo, ecologismo, antirracismo… en un discurso coherente.  Y ya, de paso, aprender tanbién a unir no solo sus discursos, sino sus fuerzas.
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