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Idas y venidas

de un homo viator

Estambul – Un post scríptum imprescindible

15/1/2012

 
Quedó mi reportaje sobre Estambul incompleto. Para quien lo leyera sin saber cuál era la pata que le faltaba, tal carencia pudo pasar desapercibida, pero no para mí. La razón de que publicase mi post sobre el viaje consciente de que no lo hacía de forma íntegra y cabal fue que no tenía en mi poder las ilustraciones de las que dispongo hoy. Y paso a explicarme.
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Café Pierre Loti, dibujando el Cuerno de Oro
Uno de los factores del éxito de un viaje es la calidad humana de las personas que nos acompañan. Dice el refrán español: “mejor  solo que mal acompañado”. Y encierra el dicho profunda sabiduría. No hay peor cosa que emprender el típico viaje “organizado” por una agencia y someterse a la tiranía de las compañías indeseadas. Entrecomillo lo de “organizado” porque quiero atribuirle al adjetivo sus connotaciones más negativas , ya que, utilizado sin tales adherencias semánticas, el adjetivo organizado no tiene por qué tener un significado peyorativo; al contrario, buena parte del éxito de un viaje depende de una adecuada organización y planificación.

Pero es cierto que, en alguna ocasión y por razones diversas, todos hemos participado de algún viaje de agencia, y, salvo escasas ocasiones excepcionales (una de ellas fue nuestro recorrido de 12 días por China en septiembre de 2010) en que nos topamos con gente encantadora, lo normal es tener que sufrir y soportar al típico gracioso que se pasa el viaje queriendo sobresalir con sus chistes; al enterado con afán de protagonismo que lleva preparadas sus intervenciones y sus “inteligentes” preguntas y observaciones al guía; al que siempre protesta por todo; al que quiere parar a comprar en cada rincón del planeta donde se encuentre; al impuntual inveterado… ¡a qué seguir!

Pero si ciertamente es preferible la soledad a una compañía molesta, también es verdad que una compañía adecuada puede enriquecer tremendamente un viaje (o una cena, o una sobremesa, o un paseo indolente por un parque o a la orilla del mar). Una de las experiencias más gratas de la vida es compartir lo que nos gusta, emociona o sorprende con alguien con quien tenemos fuertes vínculos de identidad. Es delicioso disfrutar contemplando un hermoso paisaje, paladeando una comida en un pequeño restaurante recién descubierto, visitando una pequeña tienda de artesanía, admirando un monumento espectacular o una puesta de sol, tomando un café o una copa de vino tranquilamente en un viejo bar,  desc ubriendo un rincón típico que se abre de repente al doblar una esquina de una calleja recóndita en el corazón de una vieja ciudad…

Todas estas son experiencias que hemos vivido y de las que hemos disfrutado en nuestro último viaje en Estambul con nuestros amigos Paloma (Lorenzo) y Carlos (Granda), experiencias que nos han hecho recordar sensaciones similares a las que vivimos en algún momento de nuestras vidas, como en Toscana o Croacia con Pedro y Merche, o en el centro de Australia con Pep y Antònia, o en Chile con Alejandro y Myriam. Siempre hay un lugar maravilloso que nos aguarda en alguna parte para que lo descubramos en compañía de gente especial. Lugares irrepetibles para momentos irrepetibles con personas irrepetibles.

Y alguno se preguntará, ¿qué ha tenido de especial la compañía de dos personas estupendas para justificar un nuevo post sobre Estambul? La respuesta la tendréis más abajo en forma de pequeñas obras de arte. Y es que Carlos, arquitecto de profesión, que es capaz de levantar de memoria, en el avión de regreso a Madrid, un plano exactísimo de la planta de Santa Sofía, es, ante todo, un excelente pintor y, sobre todo, un impresionante dibujante. Un dibujante casi compulsivo, que respira, come, bebe, pasea y, casi, duerme, con un bloc bajo el brazo y sus lápices siempre dispuestos. Carlos no es feliz si no dibuja, a todas horas y en cualquier lugar: junto al mar, en un restaurante, en una calle, en un bazar, en un barco. No importa cuál sea el motivo: un vendedor ambulante, una mezquita, una chica que duerme apaciblemente en un asiento del barco que recorre el Bósforo, un tranvía, un estuario lleno de barcos, una torre, una mujer que prepara pasta en un restaurante, un camarero, un puente…, todo es materia válida para hacer un apunte, para captar un pedazo de vida y dejarlo reflejado sobre el papel.

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Viajar con Carlos es estar dispuesto a que, de repente, desaparezca, se siente en cualquier lugar, saque el material de dibujo y deje que el lápiz o la plumilla recorran la página en blanco del bloc, convirtiendo la desnudez blanca del papel en una recreación prodigiosa del mundo o del personaje que tiene ante los ojos. Todo en cuestión de minutos.  No importa el tiempo que pueda hacer. Salvo que llueva torrencialmente y no haya una cubierta protectora, cualquier condición climática leva bien: un sol tórrido o un día de cierzo desapacible.

A veces, a Carlos hay que dejarlo solo entregado a su pasión y recogerlo una o dos horas más tarde. Lo encontraremos, invariablemente, rodeado de gente que le observa dibujar. A él esto no le molesta; es más, suele acabar haciendo amistades fugaces pero divertidas con todo tipo de gente: niños que acaban de salir del colegio, un viejo con el que apenas logra entenderse pero que sonríe extasiado viendo el proceso del dibujo, un italiano que supuestamente se gana la vida como marchante de arte, un conductor de autobús de turismo, una pareja de novios…

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El Bósforo sobre papel
Ver una ciudad a través de los ojos de Carlos y sus dibujos enriquece la experiencia viajera, pues su mirada siempre encuentra nuevos ángulos, nuevas luces, nuevas perspectivas. Con permiso de Carlos, incluyo cuatro apuntes realizados durante nuestra visita a Estambul: la calle Divanyolu, por donde va la línea del tranvía que, pasando por delante de las dos grandes Mezquitas –Santa Sofía y la Azul–, atraviesa el puente Gálata y llega al barrio de Beyoglu; una vista de la torre Gálata desde el puerto Eminonu; la Mezquita Azul, y Santa Sofía.

Un día de estos trataré de animar a Carlos a que haga una nueva exposición –ya ha hecho varias en distintos lugares– de sus trabajos, sobre todo de sus viajes. Tiene alma bohemia de artista y es de una generosidad sin límites, que hace que ande regalando sus dibujos con un desprendimiento rayano en lo inverosímil, o sea, fuera de nuestra época y costumbres. ¡Grande, Carlos Granda!

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gonzalo
15/1/2012 08:22:32

Grande Carlos! me mata la envidia de aquellos que tienen pasiones a las que son tan fieles! Es de la gente de la que intento aprender! y Grande tú por mostrar tu sentimiento de admiración hacia él sin más razón que la necesidad contarlo. Un beso! ya queda poco!!!!!!!!!

paloma
16/1/2012 01:42:23

Pues tu vas por el mismo camino que el escritor y el dibujante.Solo te faltan algun(os) año(s), pero eso se cura con el tiempo. Animo "Brave", que ya queda menos!!!


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