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Idas y venidas

de un homo viator

Los Jardines Botánicos

14/10/2010

 
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Desde el puente del río Yarra, vamos a caminar hasta los Jardines Botánicos. Es un largo pero placentero paseo de unos 3 ó 4 kilómetros, todos ellos a través de parques que anuncian la maravilla que nos espera. Además, el día es glorioso. Luce el sol pero la temperatura no supera los 25 grados. ¡Una delicia!

Atravesamos los Alexandra Gardens, donde la noche anterior disfrutamos de un fabuloso espectáculo a cargo de un grupo catalano-argentino, Puja!, que visita Melbourne con motivo del Festival de Música que ha traído a la ciudad orquestas, cantantes, grupos y toda clase de actividades musicales, algunas de las cuales se pueden disfrutar gratuitamente en plena calle. El espectáculo, denominado Kosm@s, consistía en una serie de bellísimas acrobacias realizadas por ocho atletas de ambos sexos, pero colgados de una estructura metálica que recordaba el globo terráqueo, a una altura de unos 30 ó 40 metros: ¡por momentos, escalofriante! El grupo estaba además formado por un grupo que aportaba el fondo musical al espectáculo con una cantante buenísima, además de batería, guitarra y teclados. La noche era fría y nos calentamos con unos bocadillos de chorizo criollo que vendían en un puesto de barbacoa unos argentinos. El público, entusiasmado con el espectáculo.

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Y ya estamos al día siguiente camino de los Jardines Botánicos. Su belleza es difícil de narrar, pues a la variedad de árboles, plantas y flores de todos los lugares del mundo, hay que añadir un diseño tan relajante, que uno tiene la sensación de encontrarse a cientos de kilómetros de la ciudad más cercana. El diseño paisajístico de los Jardines es un laberinto de caminos que se entrecruzan y bordean estanques umbrosos, bosquecillos tropicales, pequeñas colinas, riachuelos cruzados por pequeños puentes de madera; zonas de descanso a la sombra de los árboles más tupidos, donde los paseantes se relajan leyendo, o escuchan música, o dormitan, que la mejor música es la de los pájaros… En el centro de los Jardines, al borde de un lago, hay un restaurante, La Terraza, donde se pueden reponer fuerzas en el entorno más delicioso imaginable, con comensales que hablan en voz baja para no alterar la belleza del paisaje. La tarde sigue soleada y deliciosamente suave. El vino que hemos pedido, un Shiraz del valle del Yarra, desciende cálido, acariciante por la gargante. Apetece cerrar los ojos y quedarse allí quieto, en silencio, con la esperanza de que no corra el tiempo…

Para el día siguiente, y para mi siguiente post, quedan sorpresas interesantes: un paseo y una deliciosa comida en los viñedos y bodegas de Yarra Valley; nuestro regreso a Melbourne “pasando por Bundoora”; y la visita a mi añorada Universidad de La Trobe… pero para eso habrá que esperar un par de días. ¡Hasta entonces!

Eri
14/10/2010 19:47:40

Dale, daleee...


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