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Idas y venidas

de un homo viator

Melbourne, el reencuentro

11/10/2010

 
Ya sabíamos que nuestra llegada a Melbourne iba a convertirse en el momento más emotivo de nuestro largo viaje. Las razones son obvias. Treinta y un aňos de separación son muchos aňos, y ocho aňos de vida en esta ciudad (algunos de los más importantes de nuestra vida) son también muchos aňos. Así que debo reconocer que bajé del avión con un tembleque de emoción en las piernas y incontrolable nudo en la garganta.

El recorrido hasta el centro de Melbourne desde el aeropuerto, antes incluso de entrar en las calles del centro ya me dejaron ver que esta ciudad se ha transformado de arriba abajo. Pudimos comprobarlo en el tamaňo del aparcamiento, que antes no existía; en la anchura y densidad de circulación de la nueva autopista del aeropuerto; en la altura de los nuevos edificios que bordean la ciudad… Pero fue al llegar al centro, a las calles tantas veces recorridas: Bourke, Swanston, Elizabeth, Flinders, Collins, al ver la marea de personas que inundaban las aceras a una hora que antes hubieran sido intempestivas, al escuchar los sonidos y ver las luces y las tiendas aún abiertas, y los cafés repletos, fue entonces cuando nos dimos cuenta de que Melbourne es ya otra ciudad. Porque las ciudades las vivimos y las conocemos en sus olores, sus sonidos, sus luces y colores, y en el movimiento y la forma de caminar  de su gente, tanto o más que en sus monumentos, museos o lugares emblemáticos

Pero esta constatación del cambio de la ciudad no creó en nosotros un sentimiento de decepción, sino muy al contrario, una sensación muy grata, como la que uno puede sentir cuando ve que un hijo ya no es el mismo, pero constata que ese cambio es el resultado de que ha madurado, crecido, de que se ha enriquecido. La Melbourne qiue conocíamos y que queríamos ha dejado de ser una ciudad que, aun siendo bonita, era sosa, apagada, rutinaria, conservadora, en suma, victoriana, para pasar a deslumbrar como una ciudad viva, vibrante, animada, colorida… 

Pese a lo tardío de nuestra llegada al centro de la ciudad, no pudimos reprimir nuestro deseo de recorrer unas cuantas calles para asegurarnos de que aquello no era un espejismo. Y cada paso que dábamos se convertía en una nueva sorpresa. Eran las once de la noche y el bullicio, la animación no habian decaído. Nos asomamos al río, en otros tiempos gris y ahogado en la oscuridad, y encontramos sus orillas repletas de cafés y restaurantes iluminados, y, reflejándose en el agua, el nuevo y elegante skyline de nuestra Melbourne. Y, al cabo de unos minutos, ya, agotados de tanto viaje,regresamos al apartamento, en el corazón mismo de la ciudad, sabiendo que nos habíamos vuelto a enamorar de la que siempre será nuestra segunda ciudad.

 

(Hago un inciso para avisar a todos los que seguís estas lineas que estaré un par de días sin poder aňadir nada a esta pagina, por razones técnicas y por falta de tiempo. Pero prometo seguir haciendo muy pronto un relato pormenorizado de nuestro programa de visitas con abundancia de fotos.)
tamara link
11/10/2010 04:35:05

Que emocionnnnnnn!!!!! ya me emocioné yo también ya contaba los días para que llegaran a Australia! YAHOOOO!!!!!!

Eri
11/10/2010 19:08:58

Buuuuffff, me emociono. ¡Quiero estar ahí con vosotros!!!

pepon
11/10/2010 20:09:41

que panda de mariquitas!! todos emocionados!!!
Traedme un koala plis!!! un beso muy grande!!!!

María
13/10/2010 07:00:59

no veas....

Ramiro
23/10/2010 07:06:38

Joder Miguel;que bien lo cuentas todo.
Hasta yo me emociono.
Verdad que han cambiado las ciudades un montón?
Ya veo como lo estáis pasando,seguir así.


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