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Idas y venidas

de un homo viator

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Shanghai, una explosión de vida

1/10/2010

 
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Es difícil dar con pocas palabras una explicación de un fenómeno social, humano, político y económico que escapa a toda definición convencional. Es difícil porque antes de iniciar un proceso racional de análisis, uno se siente atrapado, cautivado, por esta urbe que es gigantesca e intimista; suave y agresiva; china hasta los tuétanos y occidental por vocación...
Shanghai, de verdad, hay que verla.

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El mejor lugar para captar y entender todas las afirmaciones (impresiones) que acabo de hacer más arriba es el Malecón, corazón de la ciudad, asomado a la ría que se abre al Pacífico y que tiene un ajetreo constante de barcazas de transporte, barquitos de paseo, barcos de pasajeros y cualquier cosa que flote. Si nos colocamos de frente al agua, quedará a nuestra espalda la ciudad antigua, con los enormes edificios de sabor británico (bancos, hoteles y restaurantes de sabor decimonónico) y más atrás, escondidos como defendiéndose del ruido y el movimiento desaforado de la vida ultramoderna, los edificios más antiguos de arquitectura tradicional china, y más allá otros bloques modernos que vienen anunciando que el progreso viene cobrando un peaje en el sentimiento de identidad de la vieja ciudad. Y al otro lado de la ría, justo frente a nosotros, se despliega un escenario indescriptible, una exhibición de toda la capacidad creativa del hombre en materia arquitectónica. Es una visión que puede fotografiarse, grabarse en vídeo, pintarse, describirse con mil palabras, pero que sólo su contemplación directa resulta válida. Debo confesar que a mí, personalmente, el horizonte visual (eso que se ha dado en denominar skyline) de Shanghai me ha cautivado. Me ha parecido una de las ciudades más fascinantes que he visitado en toda mi vida, teniendo en cuenta que, como los seres humanos, las ciudades no son comparables, pues cada una tiene su propia alma, sus propios valores y defectos. 
Desde aquí os animo a visitar esta ciudad. Y os doy un consejo que, si lo seguís, lo consideraréis inestimable: si organizáis una visita a China, la estancia mínima en Shanghai debe ser, como mínimo, de tres días completos, para adentrarse en sus distintos ambientes: el barrio antiguo, con sus rincones silenciosos y llenos de jardines acogedores; el barrio francés con su sabor colonial; las calles peatonales comerciales llenas de vida y con la población más variopinta del mundo; el sector financiero moderno con los rascacielos más sobrecogedores que nos ofrecen una cafetería en los pisos más altos (del 80 al 90) con unas vistas que ponen los pelos de punta; y, sobre todo, con un barrio del que os hablaré mañana, que es uno de los rincones urbanos más hermosos que hemos podido ver en nuestro viaje: Zhujiaojiao. Pero eso hoy no toca. 
gonzalo
1/10/2010 19:32:49

que hijo de puta eres padre! en el mejor sentido de la expresión, siempre que lo haya.
No sabes las ganas que tengo de conocer Shangai. Me alegro de que haya despertado en tí esas sensaciones tan intensas,, pporque la has descrito tal y como la imagino.
Disfrutadlo mucho.

Eri
2/10/2010 18:28:30

Es duro estar currando un domingo por la mañana (gajes del oficio...) y leer esto antes de empezar a concentrarme en tareas de calidad y medio ambiente. ¡qué envidia! Por cierto, es curioso pero sigues dejándome con la boca abierta con tus textos, después de tantos años... Supongo que tengo que incorporar un nuevo destino a mi lista de temas pendientes.


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